No hacía falta conocer de cerca la historia política de López Obrador para saber que eventualmente entraría en conflicto su postura actual respecto a Miguel Ángel Mancera con la que tuvo hace algún tiempo.
El día que Mancera tomó posesión como jefe de Gobierno del aún Distrito Federal, López Obrador se refirió a él como “un hombre recto y capaz”, en un claro espaldarazo a quien ganó la elección con un histórico 63.6%.
En ese momento, Andrés Manuel sabía que no podía atacar a nadie que hubiese obtenido tres millones de votos cuando él había logrado poco más de la mitad de esa cifra, 1.6 millones, 12 años atrás. Incluso en su cálculo político atacar la popularidad de Mancera habría sido un error.
Pero llegó el momento de quemar esas naves. Su pacto, tácito o explícito –quizá algún día lo sabremos–, se quebró. Y pasó por lo que suelen darse estos rompimientos: uno mantiene las alianzas con personajes mientras no se muestren como adversarios.
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Y lo que dijo AMLO en Puebla esta semana evidencia que, si bien nunca tuvieron grandes coincidencias, no ve más al jefe de Gobierno como un aliado sino como un probable contendiente a la Presidencia en 2018.
El candidato Andrés Manuel sabe que tiene que ir reconstruyendo su posición como líder máximo de lo que para él es la izquierda progresista, por lo que se lanzó a la ofensiva contra quien ya no goza de la popularidad con la que fue electo y que es ahora visto por la prensa y otros políticos como un contendiente.
Si bien la evaluación de Mancera ha caído, lo logrado con la visita papal justo después de haber encabezado la reforma política del DF le suman puntos rumbo a la próxima elección.
Hoy, Mancera es blanco de críticas de su principal oposición en la ciudad que no son ni PRI ni PAN, sino Morena; 2015 dejó claro que la capital es el terreno donde se da la batalla por el futuro de las izquierdas y el resultado no fue bueno para Mancera.
La lista de contrincantes que ve AMLO –representantes todos de “la mafia en el poder”– está integrada por Osorio, Videgaray, Meade, Nuño y Beltrones por el PRI; Moreno Valle y Zavala por el PAN; además del Bronco y el propio Mancera por la vía independiente.
Al colocarlo ahí buscó deslegitimar al PRD como contendiente y, a la vez, refrendar el objetivo caníbal de Morena: engullir todas las líneas posibles de las izquierdas para salir él, y solo él, fortalecido rumbo a la elección federal.