Donald está decidido a demostrar que cumple sus promesas, en particular las más violentas, racistas y chovinistas. En su primera semana de gobierno se cumplió el peor de los escenarios para nuestro país y para nuestro gobierno: Donald usará el desprecio del estadounidense promedio hacia los mexicanos para consolidar su gobierno en xenofobia, revancha y prejuicio.
El debate en torno a la visita del Presidente mexicano a los Estados Unidos que se iba a realizar en los próximos días refleja varias cosas, pero una inescapable: el nuevo Presidente no tiene ninguna intención de construir una relación de iguales, busca una de sometimiento.
Frente a esto, nuestro país tiene un enorme reto. No podemos convertirnos en lo mismo que criticamos, no podemos ser más grotescos y vulgares que nuestra contraparte, pero tampoco podemos ser ingenuos ni timoratos.
Estos días demostraron que frente a los Estados Unidos todo ha cambiado. Los tiempos en los que en el discurso era conciliatorio y en que las bilaterales se negociaban fuerte han desaparecido. Hoy la negociación fuerte vendrá desde lo público y terminará en lo privado.
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Hoy tendremos que jugar con cuidado, pero con determinación frente a un interlocutor que sólo atiende a su soberanía, machismo y patanería.
Los vientos son de guerra política, de rudeza diplomática, valga la metáfora para ilustrar la tensión dialogante. Tiempos de enérgica posición pero de salidas claras a cada dilema.
La realidad es que, por más que nos sintamos ofendidos, la relación con el vecino no puede descarrilarse por motivos de convivencia elemental.
Vientos de guerra que tendremos que enfrentar con inteligencia, no víscera; con talento y no con resentimiento; con altura y no vulgaridad.
Por más ganas que nos den de mentarles la madre a los que nos ofenden.