Vaya felpa le puso el respetable a Lucero.
Y a Cristian Castro.
O una tunda, pues. O varias.
Las redes sociales hirvieron. Twitter, sobre todo, que a veces se convierte en un patíbulo a golpe de 140 caracteres. También Facebook y otras. Hirvieron, cocinaron Trending Topics, desollaron a las víctimas en turno.
Pero es que la ocasión era inmejorable.
La revista TV Notas publicó unas fotografías de Lucero –la cantante, sí, la novia de México, la cara visible del Teletón, ella– en que aparece con su novio (eso dice la publicación) en actividades de cacería. Se ve por ahí un animal echado (aparentemente cazado por ellos), un arma. Otra imagen muestra a Lucero con manchas de sangre en el rostro, como parte –se presume– de una especie de rito de iniciación (cuando alguien comienza a cazar). Y bueno, combustible para la hoguera.
Sin reconstruir contexto ni indagar origen de las fotografías (qué importa que la señalada haya dicho que “le habían sustraído” las imágenes, en una genérica distribución de culpa), la ciudadanía conectada afiló sus propios cuchillos. Hasta donde seguí la zarandeada que le pusieron a Lucero, 7 de los 10 Trending Topics desplegados por Twitter tenían que ver con el episodio. De asesina no la bajaban, pues. Eso sí, también con sentido del humor. Tambor susurrándole al oído a Bambi que “Lucero mató a su mamá”… me sigue matando de la risa.
Yo no soy fan ni de la cacería ni de Lucero. Abordo el fenómeno sólo como lo que es: la catarsis social desbocada en un espacio con pretensiones de público (como son estas redes). Un linchamiento –también los tuiteros– nunca permite matices. Y aquí no los hubo. Al golpear a Lucero, se golpea también al sistema mediático que le permitió ser, a las condiciones de iniquidad en que se vive, a aquello que se aborrece como en abstracto. El punching bag en turno. A algunos les permite exhibir contradicción percibidas que del Teletón al animal caído hay un vector para algunos inaceptable.
Otros sólo se sumaron para echar desmadre.
Vaya tarea tendrá Lucero si trata de reconstruir imagen. Será un interesante caso de estudio para el manejo de crisis. Pero aún más fascinante será seguir mapeando cuán rápido puede caer alguien en épocas de juicios tuiteros: la velocidad del teclazo socializado. [Me acabo de acordar que por ahí debo tener unas fotografías mías, de pequeña, cuando acompañaba a mi padre de pesca. Las desapareceré antes de que me apañen. #diiiiigo]
Y de Cristian Castro mejor no hablo. Esa foto en su tuiter –él en tanga tras un masajito con saiote– se merece (casi) todo lo que uno pueda pensar.
(GABRIELA WARKENTIN / @warkentin)