En el taller limpio e iluminado, las manos de las chicas se mueven con gracia y rapidez ante la cercanía de las fiestas decembrinas: chic-chic, pam, pam, ruf, ruf, cortan el cartón, pegan los conos y rizan las trenzas de las piñatas tricolores, plata y púrpura. Ellas no son cualquier mujer, y las piñatas que construyen no son cualquier piñata. Se trata de una empresa que emplea madres solteras y ha diseñado las primeras piñatas mexicanas desarmables –Piñatas2go es su nombre inequívoco– listas para entrar en tu equipaje de mano y viajar a cualquier parte del planeta. A países remotos como Australia o China, por ejemplo, en donde han sido muy bien recibidas estas artesaníastransformers: pueden reducirse hasta ocupar una delgada caja semejante a la de una pizza pequeña, y después expandirse como un globo para recobrar su forma y devorar hasta siete kilos de dulces, antes de estallar en una fiesta. La historia de este singular grupo comenzó en el escritorio de Yanalteh Solís, la líder, mercadóloga y madre soltera de una niña. Hace tres años tuvo problemas con sus empleadores en una agencia de publicidad. A veces debía faltar porque su nena de 8 años estaba enferma. O salir más temprano para llegar a la mitad de un festival escolar. O tomar el teléfono para ayudarla con la tarea. Y sus jefes no comprendían esas faenas irrenunciables en la vida de quien crece a un hijo. Yanalteh decidió independizarse y trazó el plan de las piñatas, con la ayuda de unos artesanos. Lo llevó a la incubadora de empresas del Tec de Monterrey de Querétaro y tuvo una idea revolucionaria: si otras mujeres encaraban los mismo problemas en sus empleos, entonces todas trabajarían en una empresa que fuese solidaria con su condición de madres solteras. “El trabajo es riguroso como en cualquier empresa, con la diferencia de que aquí nos comprendemos y ayudamos todas”, Yanalteh abraza una de sus piñatas como una madre a su bebé de seis meses. La empresa ha exportado a Estados Unidos, China y Australia. Tiene fábricas en la ciudad de México Querétaro y Cuernavaca. Emplea 26 mujeres que criaron a sus hijos sin un hombre en casa, y entre todas se ayudan para cuidar de sus niños. A veces el taller se llena de gritos infantiles. La jefa de producción tiene un bebé al que algunas de las obreras de la piñata miman mientras mamá trabaja. En el otoño, las madres solteras enfrentaron semanas prometedoras y complicadas. Participaron en un foro de inventores del Instituto de la Propiedad Intelectual, y en noviembre recibieron una noticia que les provocó alegría y nervios: Sanborns y Costco venderán sus piñatas. Yanalteh Solís es una treintañera alta y trigueña, la cabellera negra y rizada, una de esas mujeres inquietas y decididas. Todo lo que posee está invertido en la empresa y para atender los pedidos de los dos almacenes necesitaría dinero. Descartó la posibilidad de un trámite bancario –¿los bancos prestan a las madres solteras?, pregunta–. Hizo lo que el instinto le aconsejó: reunió a familiares y amigos y obtuvo préstamos para fabricar 1,500 piñatas. El martes, las madres solteras cortaban cartón, moldeaban conos y diseñaban las trenzas de las piñata que pronto relumbrarán en la tienda del tecolote, propiedad del hombre más rico del mundo. Ellas trabajaban y cuidaban a sus hijos, y lejos del taller Yanalteh pensaba cómo obtener otro préstamo para atender el segundo pedido, de 5 mil cartones traga dulces. Es diciembre y las piñatas no saben esperar.
(WILBERT TORRE / @WilbertTorre)