Mirreymométro
Para ser un verdadero mirrey hay que demostrarlo lo más nacamente posible, hay que presumirlo, hay que hacer que los demás admiren el cinismo, el abuso, el oprobio y la diferencia entre la clase que puede y la jodida, que los otros se caguen por ver a un mirrey en acción en el lugar que quieren a la hora que se les hincha uno y la mitad de otro.
Omnimirreypresencia
Los mirreyes son como el Espíritu Santo: están por todos lados. En el Senado, entre los empresarios o en las secretarias federales. Cuando se juntan son dinamita pura y se les pueden ocurrir las ideotas más sensacionales del sistema solar de los mirreyes.
Mirreyes del universo, unáos
Una vez que tomamos a un mirrey del senado, el priista Emilio Gamboa por ejemplo, habrá que juntarlo con un coordinador general de Puertos y Marina de la STC, Guillermo Ruiz de Teresa y aderezar la triada de la mirreytocracia con un empresario yucateco de nombre Emilio Díaz Castellanos y hacerlos abordar un yate en el Parque Nacional Arrecife Alacranes.
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Colmo del cinismo
Para que los mirreycitos no se cansen sus piecitos por caminar en la arenita, deberán aterrizar su mirreycoptero en una zona prohibida, porque lo prohibido es seducción para el mirrey. Para el mirreynato nada está vetado, todo está permitido, porque YOLO, porque soy el papaloid de los pies hinchados, porque cago rosas, porque sudo miel, porque soy el dueño de todo, ¡porque puedo, putos!
Hasta que los saquen a patadas
Cuando un mirrey sea evidenciado mediante un video viral cometiendo una falta grave, como dañar el conjunto coralino más importante del Caribe, entonces tiene que haber castigo… para el más pendejo de esta historia. O sea, una multa para la empresa Heliservicio y para el más pobre del cuento: el piloto, quien deberá pagar 400 mil pesos “por el error de aterrizaje”. ¿Y a los mirreyes qué? Nada, ¡por eso son mirreyes! Y lo seguirán siendo hasta que uno se canse y los saquemos a patadas.