La última vez que vi con vida y en persona a Steve Jobs fue en una WWDC. En dicha ocasión, Jobs demostraba estragos físicos y de actitud por la enfermedad que, ya lo había invadido. Titubeante en algunos momentos y hasta con dificultades para bajar tres escalones del templete. Era el retrato de lo que pasaría con la empresa de Cupertino.
Apple está estancada. Como que el impacto de la muerte de su creador los ha metido en una vorágine de decisiones empresariales más que creativas. El dinero por encima del talento.
Era un poco obvio, Jobs era un hippie que había desarrollado un gran magnetismo hacia una base de fanáticos leales que creían en la historia de los ideales por encima de la ganancia.
En realidad, Steve creía también en la ganancia, pero sabía como empaquetarlo de otra forma.
El misticismo desarrollado por Steve Jobs logró tirar tabúes tecnológicos que habían guiado el mercado por años.
Dijo adiós a los Floppys, a los discos, a los espacios extendidos, dio pie, incluso, a que los teléfonos cayeran en la trampa de incluir más funciones para dejar, al final, de ser teléfonos.
Jobs murió en un tren creativo exitoso. El iPad como legado, la televisión de Apple como ambición no lograda.
Ahora, Tim Cook lucha en tribunales más que en anaqueles. Las notas sobre innovación y sorpresa han quedado en segundo término.
El nuevo capitán surca en mares donde los productos se reciclan y la nueva apuesta se queda corta en una corrección de posibilidades de hardware.
¿Es malo? Como todo, tiene sus lados. En la última década, el consumo de gadgets ha crecido de forma exponencial. Las novedades comienzan a ser menores ante la creciente oferta de aparatos que desarrollan, principalmente, empresas como Apple y Samsung.
Si revisamos, las noticias de los últimos meses son más de forma reactiva que proactiva por parte de Cook y compañía.
Del iPod, iPhone y iPad pasamos a pleitos por patentes, compras de compañías, restricciones y estrategias para limitar la distribución de contenidos en plataformas distintas a Apple.
Los más recientes lanzamientos de WWDC el martes pasado son un pequeño ejemplo de la boca abierta al bostezo.
Aún así, Samsung no ha logrado desarrollar una base de clientes tan fiel y consumista como los que dejó Jobs, no obstante, Apple debiera preguntarse si el camino que sigue los acerca más al personaje de la PC que al de su personificación de los comerciales del 2008.
Si fuera así, seguro Steve se volvía a morir.
(GONZALO OLIVEROS / @goliveros)