En junio de 2012, con las campañas a la Presidencia a toda máquina, publiqué un perfil sobre Marcelo Ebrard en la revista Gatopardo. La estrategia del texto era echar luz sobre el gran ausente en la contienda electoral para la Presidencia a la República: el jefe Gobierno de la Ciudad de México, nombrado el mejor alcalde del mundo, el funcionario que había demostrado que la izquierda podía también establecer una buena administración, con funcionarios competentes y políticas públicas bien dirigidas (sobre el espacio público, la movilidad y la ampliación de derechos, por ejemplo), un político, además, que había logrado crear una narrativa sobre la ciudad como un espacio de excepción.
Ese perfil narraba el estado de ánimo en la segunda mitad de 2011, cuando Ebrard y López Obrador habían decidido acudir a una encuesta para decidir quién sería el candidato del PRD. Por ejemplo: el 31 de julio de 2011, el entonces presidente del PRD, Jesús Ortega, había convocado a un evento en el World Trade Center al que habían ido más de mil invitados, la crema y nata de la intelectualidad y la pulcritud mexicana. Hubo discursos, aplausos. Marcelo Ebrard habló de su deseo de alcanzar la Presidencia.
Luego sabemos qué pasó. Aunque la encuesta le daba un ligero margen a Marcelo Ebrard, prefirió declinar la candidatura a favor de López Obrador. Muchos seguidores se sintieron agraviados, pero él no quiso dividir a la izquierda y, a cambio de la declinación, negoció el nombramiento de su sucesor: Miguel Ángel Mancera. El texto de Gatopardo preguntaba si Marcelo no habría cambiado su candidatura por un plato de lentejas.
En marzo de 2012, entrevisté a Ebrard. El movimiento Yosoy132 acababa de nacer y se sentía un nuevo ánimo en el ambiente político. Ebrard habló de crear un frente amplio de izquierda, al modelo uruguayo de Mujica, que podría presentar una candidatura (tal vez la suya) para las elecciones de 2018.
Peña asumió la Presidencia y, durante los meses de negociación del Pacto por México, Ebrard mantuvo una de las pocas voces críticas. En ese periodo, encabezaba las preferencias de la gente en las encuestas cuando se le preguntaba por quién votaría como presidente.
Un giro casi shakesperiano terminó con sus aspiraciones. En primer lugar, Mancera tomó rápida distancia de su mentor. En segundo, se destapó el escándalo de la Línea 12 del Metro. Este es un tema que cuesta mucho trabajo seguir, porque aparece técnicamente complejo. Tiendo a pensar que hubo errores graves en la administración de Ebrard, pero también que los enemigos de Marcelo hicieron un hábil uso político del asunto y que la prensa sólo ha actuado como eco de los intereses creados.
Recientemente, Marcelo se postuló como candidato a diputado plurinominal por el Movimiento Ciudadano, pero el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación revocó su candidatura por considerar que su doble candidatura en el PRD y el mencionado movimiento vulneraba la equidad en las contiendas internas.
No quiero pintar a Ebrard sólo como víctima de un complot. Me parece, como dijo un amigo mío, que Ebrard sólo es hábil cuando está en el poder, y no sabe pelearlo desde otra trinchera. Lo único que quiero decir es que con este nuevo giro está cada vez más lejana esa opción de izquierda que parecía tan viable en 2011 y que a mí me gustaba.