Miles de mexicanos, especialmente chilangos, han salido a las calles en los últimos meses. Con pancartas o sin ellas, organizados o en solitario, han decidido expresar su enojo, ya sea por la desaparición de los estudiantes de Ayotzinapa, contra los resultados del gobierno de Enrique Peña Nieto o por las actitudes de la clase política en general.
He celebrado en muchos espacios la participación social. Sin embargo en las últimas dos marchas he percibido que cada vez es más el peso de los profesionales de la política (como los sindicatos) y menos el de los ciudadanos no organizados. No sorprende. Han sido muchas las marchas, con evidente cercanía entre ellas, y lo más importante, no se ha visto el resultado.
Si bien es cierto que las explicaciones del presidente y su esposa por la Casa Blanca y el anunciado decálogo de Peña Nieto no se entienden sin la presión social, el saldo hasta ahora es insuficiente. A esto se suma que la protesta no ha derivado ni en una agenda más articulada, ni en el nacimiento de liderazgos que la encabecen.
La combinación de estos elementos hace suponer que la participación podría ir disminuyendo en las próximas convocatorias si no ocurre nada nuevo que dé un impulso al incipiente movimiento. El error, para las autoridades, sería suponer que menos gente en las calles significa menos gente inconforme. La falla, para quienes han convocado, sería asumir que la protesta terminó.
El reto es desarrollar nuevas formas de acción política. Ya hemos visto algunos ejemplos: intervenciones para cambiar el nombre de estaciones del Metro (de Guerrero a 43 Guerreros), acciones en plazas comerciales como Antara, actos culturales en explanadas públicas o manifestaciones de solidaridad en formas o en lugares inesperados
Hasta ahora los políticos han mostrado que son y serán los mismos de siempre y que no son capaces de la reinvención. Toca a la sociedad civil, en especial, a los más jóvenes, mostrar que son capaces de mantener su indignación viva con nuevas, originales y atractivas formas de expresión y articulación. Es tiempo de romper con muchas formas de la vieja política, incluida quizá, la idea de que las marchas son casi el único recurso de la protesta social.