Impulsado por la molestia que causaron las fotografías de Lucero cazando cabras y elefantes, hace tres semanas decidí investigar el tema de la cacería recreativa. Empecé con un esbozo muy superficial de dicha práctica, y seguí con un breve texto que explica el proceso de importación y exportación de marfil, en México y alrededor del mundo. En esa primera semana mandé correos e intenté comunicarme con diversos guías de caza y ONG´s dedicadas a proteger animales, en específico a los elefantes. Aquí reproduzco el correo que me envió Dame Daphne Sheldrick, que ha cuidado a esa especie desde hace 50 años, en el Parque Nacional Tsavo en Kenia.
Por lo tanto, cazar a un elefante por diversión, argumentando que es por deporte, es simplemente obsceno. Es asesinar a sangre fría: causar la muerte de un ser de inteligencia elevadísima que ha estado en este planeta por mucho más tiempo que el ser humano y es crucial para la supervivencia de otros animales. No puedo imaginar una mancha más negra en nuestro expediente que si los seres humanos llegásemos a ser culpables de la extinción de esta especie. En mi opinión, cualquiera que disfrute matarlos debería ser repudiado o castigado con severidad. Es un crimen atroz contra el medio ambiente, y jamás debe ser disculpado o comprendido. Matar a uno solo de estos animales causa un sufrimiento terrible a todas las criaturas –jóvenes, familia y amigos- que dependían y convivían con ese elefante, tal y como la muerte de un ser querido nos afecta a los seres humanos. Además, se ha comprobado científicamente que los elefantes tienen una memoria superior a la nuestra. Nuestro trabajo lo demuestra a diario: incluso los más jóvenes de la manada reconocen a personas que no han visto en meses. Uno de nuestros huérfanos reconoció a un cuidador al que no había visto ¡en treinta años!
Espero que esto conteste tu pregunta.
Dr. Dame Daphne Sheldrick DBE”.
*Para comprobar lo que dice Dame Daphne basta buscar y leer en internet el tristísimo ensayo An Elephant Crackup? (Charles Siebert) publicado por la New York Times Magazine en octubre del 2006. Después de leerlo, espero que las empresas encargadas de darle trabajo anualmente a “Lucerito” tomen cartas en el asunto.
(Daniel Krauze / @dkrauze156)