En un país en el que parece que nada pasa, a veces ocurren cosas extraordinarias que debemos celebrar. Y me refiero al ejercicio ciudadano que hace unos días puso en el centro de la agenda la violencia contra las mujeres y que logró mover a miles de personas por todo el país.
La historia es un éxito por donde se le vea. Primero, porque las organizadoras de este movimiento le dieron la vuelta a casos particulares en las que mujeres habían sido víctimas de agresiones – en las calles, en el transporte público, en las redes sociales – y lograron ir más allá de las anécdotas, típicas de las coberturas mediáticas, para mostrar que no se trataba sólo de casos aislados sino de patrones de conducta que se repiten todos los días, sólo que con menor visibilidad.
En segundo lugar, porque para hacer eso no usaron a “líderes de opinión”, ni se basaron en la publicación de estudios o reportes, sino que generaron las condiciones para que las propias mujeres fueran las que contaran sus historias en las redes sociales a través de una gran conversión agrupada con el hashtag MiPrimerAcoso. Y el resultado fue espectacular.
Porque al hablar del tema, alzar la voz y poner el ejemplo, inspiraron a otras mujeres a que contaran sus experiencias. Y eso permitió que muchas víctimas de agresiones, quienes habían guardado silencio por años, de pronto sintieran que había las condiciones para poder hablar.
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Yo no puedo decir, faltaba más, lo que sintieron quienes participaron con su testimonio, pero sí puedo decir que como hombre fue abrumador. Porque aunque me considero una persona que trata de combatir sus prejuicios – el machismo entre ellos, – nunca me habría imaginado el tamaño del problema, la frecuencia de las agresiones, la cantidad de lugares y las formas en que se presentan. Y estoy seguro de que no soy el único al que le movió leer cada línea, y que se detuvo al menos por un momento a pensar en lo que muchas mujeres han vivido, y hasta en sus propios actos de machismo.
Lo que las promotoras de este movimiento lograron en estos días fue mandar un mensaje a hombres y mujeres al provocar conversaciones en las familias, en las redes, en los medios. Y eso que se dice fácil, en un contexto tan lleno de ruido, con tantos temas peleando por la atención, no es cosa menor.
Por eso hay que felicitar a quienes han participado de algún modo en este movimiento. Porque si bien no desaparecerá la violencia de un día para otro, sí se dio un paso más – en esa gran historia de lucha – para evidenciar la violencia machista que tenemos tan arraigada y que durante demasiado tiempo ha sido tolerada si fuera una cosa normal. Ya nunca más.