Escribo este texto en un momento en que México vuelve a ser noticia que sale de nuestras fronteras… y no por las razones adecuadas. La sobrina del Presidente del futbol español fue secuestrada hace unos días en Toluca, su familia pagó el rescate y hoy la joven fue encontrada sin vida.
El caso, una tragedia en sí misma, se suma al de esta misma semana en Chihuahua, en donde un empresario de la comunidad menonita fue también secuestrado y asesinado; casi en las mismas fechas, dos sacerdotes fueron asesinados en Veracruz, al igual que un jefe de la policía de Guerrero que fue baleado junto con su esposa mientras se encontraban en su casa, y así podríamos seguir con los homicidios de los últimos días en Guanajuato o Sinaloa, sólo por mencionar algunos de los casos de mayor impacto.
El recuento macabro no es nuevo en México. Sin embargo, es notable que hay conductas que llaman más la atención: la violencia en los secuestros, la facilidad con la que ocurren delitos de alto impacto mediático, y claro, la presencia de casos en entidades que usualmente no eran referente cuando se hablaba de la inseguridad.
¿Qué implica esto en materia de seguridad? Eso tendrán que responderlo los especialistas, los que siguen con lupa las estadísticas, los que estudian el comportamiento del crimen en el país. Lo que sin duda yo puedo apuntar es que estamos viviendo un claro regreso del tema a la agenda de los medios de comunicación, y de al menos una parte de la opinión pública, sin que exista desde el gobierno federal el menor acuse de que algo está ocurriendo en México.
LEE LA COLUMNA ANTERIOR DE MARIO CAMPOS: LA MARCHA QUE NOS DIVIDIÓ
El tema importa porque, ya sabemos, la inseguridad tiene dos componentes, uno objetivo —el número de casos, tendencias, etc.— y otro subjetivo, que tiene que ver con el grado de riesgo y miedo con el que vivimos. Y es evidente que crímenes como los de esta semana impactan de inmediato en la percepción social.
Lo peor es que esta sensación de vulnerabilidad se agudiza cuando nadie parece tomar nota de que algo grave parece estar pasando. Lo evidente hasta ahora es que una vez más el gobierno federal apostará por mirar para otro lado; desde Gobernación, preocupados por 2018 y su imagen más que por los problemas del país, ya no sólo dirán que es un problema local sino que simplemente pasarán del tema como han hecho prácticamente todo el sexenio.
Y por no actuar, por su omisión, por hacer de nuevo como si aquí no pasa nada, se generará una nueva crisis, ahora de inseguridad, que se sumará al deterioro de la economía, al enojo social por la corrupción, y al desprecio del gobierno que una y otra vez ha dejado en claro que la opinión de la opinión pública es algo que los tiene sin cuidado.
El pasto ya está seco. Y desde el gobierno, otra vez, siguen jugando a prender cerillos, hasta que la sociedad un día reaccione.