Y de pronto la justicia mexicana se volvió de primer mundo. En menos de 15 días, diversos cuerpos policíacos de México resolvieron un asalto en Periférico, el asesinato de una joven universitaria, la muerte de tres sacerdotes, el homicidio de dos mujeres extranjeras, el asalto y homicidio de un cineasta y hasta un suicidio que resultó no serlo.
Los casos seguro les serán conocidos pues todos tuvieron una amplia difusión en los medios y fueron ampliamente comentados en las redes sociales. Claro, en un país en que la justicia funciona de manera normal, no debería ser noticia que las policías y las procuradurías hagan su trabajo. Y por supuesto habrá quien piense que este texto debería estar dedicado a exaltar el buen trabajo de las diversas corporaciones.
El problema es que la celeridad en todos estos expedientes despierta más dudas que certezas pues es inevitable preguntarse cómo es que en todas estas historias las autoridades fueron capaces de obtener resultados en menos de dos semanas, cuando en el país más de 95 por ciento de los delitos quedan impunes. Si una eficiente respuesta fuera lo normal, este texto no tendría sentido, pero sabemos que no es así.
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Porque los buenos resultados ahora nos dejan con dudas. Si ahora lo hicieron así, por qué no lo hacen igual en todos los casos. ¿Entonces cuando quieren, sí pueden? ¿La usual ausencia de respuesta es entonces una falta de capacidades o una falta de voluntad política? Porque es inevitable preguntarse si la reacción de la autoridad hubiera sido la misma si las víctimas no hubieran sido extranjeras, o si no estuvieran vinculadas a una organización como la Iglesia Católica, o si hubiéramos visto la misma celeridad si no hubieran llegado a los espacios de noticias y de opinión.
En segundo lugar, la pronta respuesta nos obliga a mirar con lupa los resultados. ¿De veras fue un cuidador de coches quien un día decidió asesinar a dos mujeres?, ¿se trató —tanto en Veracruz como en Michoacán— simplemente de malas reuniones que terminaron con robos y homicidios?, ¿los acusados en todos los casos son los verdaderos culpables? Las preguntas son pertinentes pues no vaya a ser que en la prisa por cerrar los casos se cometan nuevas injusticias.
Sabemos que hay una exigencia de justicia y que los políticos ahora tuvieron incentivos para entregar resultados. Si lo hicieron bien, qué bueno, felicidades. No dejemos, sin embargo, que la celeridad de las noticias y las ganas de los políticos por salir en la foto nos lleven a perder de vista estos casos, que al menos por su inusual eficiencia merecen especial atención. A fin de cuentas no todos los días nuestra justicia se vuelve una maquinaria perfecta para encontrar culpables. ¿O sí?