Es parte del consejo editorial de Sexto Piso y del periódico quincenal La Ciudad de Frente.
Una pareja sueca, ideal e idílica desde donde se le mire, un hombre y una mujer exitosos, jóvenes y guapos, con dos hijos radiantes, decide irse de vacaciones a un exclusivo complejo de ski en los Alpes. “Mi esposo trabaja tanto –le explica la mujer a una amiga suya– que tuvimos que venir a la montaña para que pudiera ocuparse cinco días seguidos de su familia”.
A la mitad de la vacación un evento cambia sus vidas para siempre: una avalancha de nieve se precipita sobre la terraza donde están almorzando. La aterradora imagen de una pared de nieve que se precipita a gran velocidad sobre ellos, amenazando con sepultarlos para siempre, provoca dos reacciones dramáticamente diferentes entre los padres: mientras la madre se arroja sobre los hijos para protegerlos, el padre toma su teléfono y sale corriendo para salvar su propio pellejo. El conflicto que emana de dicho acontecimiento sostiene la trama de Force Majeure (Fuerza mayor), la película sueca dirigida por Ruben Östlund que resultara ganadora en la última edición del festival de cine de Cannes en la categoría Un certain regard.
Aunque al final la amenaza de avalancha no pasa de ser eso: una amenaza sin consecuencias, el matrimonio en cuestión se derrumba tras la exhibición de egoísmo supremo del padre. A pesar de que Tomas ha sido un proveedor excelente y es adorado por sus dos hijos, Ebba no puede pasar por alto que ante una situación limítrofe, los instintos de su marido lo exhibieron como lo que en verdad es: un hombre cobarde y megalómano. Hay verdades que una vez exhibidas son imposibles de soslayar.
Mientras el país se hunde en una espiral de violencia, pobreza y corrupción, seguimos esperando que las tropelías que se cometen a diario tengan repercusiones. Lejos de encarar la realidad con autocrítica y sensibilidad, las facciones políticas siguen pensando que la censura, la manipulación, la descalificación sistemática de cualquier argumento adverso a la causa propia y la negación incluso ante las pruebas de cohecho y conflicto de interés más flagrantes, representan la manera más eficaz de ejercer el poder político. Este país ha perdido el sentido. Los partidos políticos y el gobierno siguen empeñados en trabar la puesta en marcha de una fiscalía anticorrupción autónoma, cierran los ojos ante el contundente estudio de la ONU que pone la actualidad mexicana a la par de las peores pesadillas latinoamericanas en cuanto a desparecidos se refiere, se niegan a aceptar una realidad que se impone de manera infernal a la inmensa mayoría de los habitantes de este país. Todos los días se revela en la prensa nacional e internacional un nuevo escándalo protagonizado por algún personaje ligado al poder. Y las consecuencias, como Godot, simplemente no llegan.
(Diego Rabasa)