Micropersonajes

No se necesita ser heredero de Pauline Kael para saber que los roles del cine comercial están divididos en papel protagónico, antagónico, secundario y, finalmente, de relleno. El protagonista carga la película, mientras que el secundario lo ayuda o lo obstaculiza rumbo a su objetivo. El de relleno no representa posibilidad ni trampa. En teoría, podemos quitarlo de la película sin que su omisión afecte el resultado.

 El espectador ve a estos personajes breves en todas las películas, pero rara vez los aprecia. En My Best Friend’s Wedding, un micropersonaje se lleva la película. Paul Giamatti se acerca a Julia Roberts, le da una calada a su cigarrillo y, detonando una posterior tormenta de cursilería, le asegura que las penas por las que atraviesa “también pasarán”.  El instante está tan bien ejecutado que Giamatti le debe su carrera. Hay una variedad inmensa de secuencias similares, que brillan por la mezcla precisa de actor y guión.

Mi favorito es Mike Yanagita (Steve Park), en Fargo, obra maestra de los Coen. Por cinco minutos, la trama olvida el objetivo del protagonista y se enfoca en un restaurante semivacío, donde Yanagita espera ansioso a que llegue Marge (Frances McDormand). Lo que sucede después es una de las citas más incómodas del cine, en gran medida gracias al magnífico Park, quien logra ejecutar una creación compleja, desesperante y patética en igual medida. La secuencia es el mejor ejemplo de un extraordinario micropersonaje: alguien que no impacta el destino del protagonista, pero ayuda a colorear el lienzo del director. Sin Yanagita, Fargo no sería lo mismo.

También está Spike Jonze en Moneyball: Billy Beane (Brad Pitt), visita a Robin Wright, su ex esposa. Antes de hablar con ella y con su hija, se ve inmerso en un intercambio incómodo con el ahora marido de Wright. Jonze lo interpreta como un sujeto new age, medio pusilánime, claramente alejado del mundo del deporte. Además de cómica, la secuencia establece el drama familiar de Billy: despojado de su familia por un asceta millonario de Silicon Valley, la antítesis de su propia vida, que transcurre entre el sudor, el césped y los batazos del beisbol.

A veces los micropersonajes no necesitan de una secuencia entera para levantar el contexto de la cinta. Ahí está Jimmy Two Times, quien dice una sola cosa mientras la narración de Henry Hill (Ray Liotta) nos presenta a los diversos gángsters de Goodfellas. La cámara se acerca a Jimmy, Henry nos explica que su apodo se debe a que siempre repite lo que dice y después guarda silencio, mientras el gángster se pone de pie y anuncia “I’m gonna get the papers, get the papers”. Es el remate del chiste y el último delincuente al que Henry presenta. El espectador comprende el tono de Goodfellas, tan alejado de la solemnidad con la que Coppola filmó a la mafia. El equivalente en The Godfather es Luca Brasi repitiendo una y otra vez el agradecimiento que le proferirá a Don Corleone, pero donde Coppola registra patetismo, Scorsese percibe humor. A Jimmy Two Times le bastan menos de diez palabras para abrir la brecha y distinguir una cinta de la otra. Esa es la fuerza de un gran micropersonaje.

(DANIEL KRAUZE / @dkrauze156)