En la primer secuencia del documental Mirar Morir, un gobierno se desvive para inocular en los mexicanos una idea: los militares son inocentes de las desapariciones de los 43 normalistas. En la pantalla hablan los poderosos: “El gobierno de la República rechaza categóricamente los señalamientos que sin sustento se han hecho a nuestras Fuerzas Armadas”, dice el secretario de Gobernación, Osorio Chong. “No hay una sola evidencia de que haya intervenido el Ejército”, afirma el entonces procurador general de la República Jesús Murillo. “La honorabilidad de nuestras Fuerzas Armadas está por encima de cualquier sospecha”, exclama el presidente Peña.
En esas pocas palabras se concentra su vómito moral: no importa tanto saber qué pasó con los 43 como salvar a nuestras Fuerzas Armadas, diáfanas por decreto. Y entonces sí, los periodistas Témoris y Coizta Grecko y el colectivo Ojos de Perro van demoliendo las verdades del sistema: les bastan voces de familiares de desaparecidos, análisis, caminatas en las coordenadas donde los jóvenes fueron atacados por policías, documentos. Y además nos llevan al basurero de Cocula, según el gobierno última morada de los jóvenes antes de ser arrojados como carbón al río San Juan. Mirar Morir desbarata esa versión y encuera al gobierno, lo deja en un impúdico ridículo.
El reportaje no es un panfleto antipoder. Paciente, meticuloso, cimenta la hipótesis de la pasividad criminal del Ejército la noche de Iguala: el Ejército mira morir.
1) Las fosas con cadáveres que existían alrededor de Iguala antes de que los 43 desaparecieran eran de conocimiento público. El Ejército sabía y no indagó.
2) Según un agente de inteligencia militar, el Ejército se enteró de que los jóvenes del autobús Estrella de Oro fueron detenidos por policías y llevados con rumbo desconocido. El Ejército sabía y no los protegió.
3) El Ejército participaba del sistema de información confidencial C4 que comparte con la Policía Federal. Ahí se registró que municipales estaban disparando en Iguala a los normalistas. El Ejército supo y no actuó.
4) En la tarjeta 22632, el comandante José Rodríguez (35 Zona Militar) avisa al comandante Alejandro Saavedra (27 Batallón) que policías encapuchados estaban deteniendo a normalistas y se los llevaban. El Ejército supo y no actuó.
5) El comandante del 27 batallón, José Martínez, visitó a normalistas en el Hospital Cristina. Pese a que vio heridos no los ayudó ni ordenó una movilización contra los agresores. A los estudiantes los llamó “delincuentes”.
En la escena final, el papá de un chico desaparecido confronta a un jefe militar de la zona: “¿Por qué no apoyaron a los chamacos? ¿Por qué dejaron que los desaparecieran?”, reclama desperado. El militar, como si lo molestara una mosca, huye y responde: “Gracias, amigo”.
Ése es nuestro Ejército transparente, nuestro Ejército amigo.