Monedita de oro

No estoy de acuerdo con la peatonalización de Moneda si esta va a terminar como Regina o Madero, calles con mucha vida, pero también con contaminación, narcomenudeo, corrupción policial, especulación inmobiliaria y otros problemones que las autoridades no han podido resolver. Pero las obras ya empezaron y el Fideicomiso Centro Histórico de la Ciudad de México usa #MonedaPeatonal en sus redes sociales.

Proyectos como éste, que al parecer buscan atraer multitudes al Centro, ofrecen ventajas sociales (y políticas) innegables, pero asimismo hay que considerar su incidencia negativa en el patrimonio del Centro. Si el gobierno de nuestra ciudad quiere mejorar una calle y que se visite más, basta con meterle orden, ocuparse de su mantenimiento y hacer que se cumplan las leyes. No es necesario peatonalizar, que en este contexto es casi un sinónimo de arruinar.

El director general del Fideicomiso, Inti Muñoz, dice en la edición 62 de Km. cero que el objetivo de estos trabajos en el corredor Moneda-Emiliano Zapata es “hacer del Centro un lugar mucho más organizado”. Vamos a darle un voto de confianza como responsable de la ejecución, así como a la Autoridad del Espacio Público, organismo desarrollador de este proyecto de 16 mil 420 metros cuadrados, 1.24 kilómetros de longitud y 18 millones de pesos. Sólo el tiempo dirá si Moneda se convierte en un lugar más organizado. Y, claro, también los usuarios.


Calle de Moneda, vista desde la esquina con el Palacio Nacional. (Foto: Jorge Pedro Uribe Llamas)

Aprovechemos para repasar la historia de Moneda, la calle más importante del país durante siglos enteros. Fue José Iturriaga el que escribió que “cuando la capital de la Nueva España ya tenía en una sola calle la primera universidad, la primera imprenta y la primera academia de Bellas Artes del continente americano, todavía los búfalos pastaban con desenfado en Manhattan“.

La calle de Moneda es, sin embargo, una “calle nueva”, pues no existía en la traza de Tenochtitlan. El primer nombre que tuvo fue “calle de Pedro González de Trujillo y de Martín López” por ser estos sus primeros vecinos, los cuales ocuparon los solares septentrionales de su boca Poniente: ni más ni menos que encima de la pirámide de Tezcatlipoca. En uno de sus famosos diálogos, Cervantes de Salazar hace preguntar a Alfaro: “¿A dónde va a dar esa calle tan ancha, que desde el palacio del marqués no tiene casas, y viene a acabar en plaza?”. Zuazo contesta: “Al hospital de los enfermos del mal venéreo, edificio no despreciable como obra de arte”. Está hablando del Hospicio del Amor de Dios, abierto por Zumárraga en 1540 para atender a las personas con sífilis, enfermedad recurrente en aquel tiempo. El hospital estuvo en donde hoy se levanta la Academia de San Carlos, primera escuela de bellas artes en América, fundada en 1785 si hacemos caso a Marroquí.


Academia de San Carlos. (Foto: Braulio Tenorio)

El mencionado Zuazo también habla del palacio arzobispal, “en el que hay que admirar aquel primer piso adornado de rejas de hierro”, y de la primera universidad (“los que gritan son los profesores”). Esta primera universidad inauguró sus cursos apenas un año antes de la publicación de los diálogos, en 1553, en la esquina de las actuales Moneda y Seminario, donde por muchos años –al menos 136– funcionó la cantina El Nivel, la que obtuvo la primera licencia para vender bebidas alcohólicas en la ciudad. Cuentan que a través de un decreto presidencial, Sebastián Lerdo de Tejada prohibió que cerrara. Lástima que en 2008 decidieran no hacerle caso.


Casa donde estuvo la primera universidad y la cantina El Nivel. (FOTO: Jorge Pedro Uribe Llamas)

Pero además de la primera cantina, universidad y palacio arzobispal, hay que destacar la casa donde se alojó la primera imprenta, la que trajo Juan Pablos en el siglo XVI, cuando la capital novohispana constituía un proyecto humanista que lamentablemente no tuvo continuación. Dicha casa se encuentra en la esquina con Licenciado Verdad. Por último, viene al caso mencionar las mansiones barrocas del mayorazgo de Guerrero, una con un Sol labrado y otra con la Luna, típicas del siglo XVIII, así como el templo de Santa Inés, que según García Cubas tuvo la torre más esbelta de la ciudad, y el Museo Nacional de las Culturas, robusto, valioso, donde antes estuvo el primer museo del continente, de 1825, y todavía antes la primer Casa de Moneda y mucho antes una habitación pintada de negro y sin ventanas que perteneció a Moctezuma II.


Patio del Museo Nacional de las Culturas. (Foto: Braulio Tenorio)

Ya no hay espacio para hablar del taller de José Guadalupe Posada, las tiendas de productos militares, la iglesia de La Santísima (que da para una crónica ella solita) y otras bellezas de Moneda y su continuación Zapata.


Iglesia de Santa Inés. (Foto: Braulio Tenorio)

Esta maravillosa calle pronto será peatonal para “reordenar el comercio y mejorar el tránsito peatonal”, si volvemos a consultar Km. cero. Han prometido vegetación en macetones, vigilar la contaminación acústica y que el cableado será subterráneo. A unos les gustará, a otros no (¿será mi caso?), pero ya se sabe que el gobierno en estas cosas (o en cualquiera) no es monedita de oro.


Entrada al antiguo Arzobispado. (Foto: Jorge Pedro Uribe Llamas)

 

(JORGE PEDRO URIBE LLAMAS / @jorgepedro)