La captura en España de Humberto Moreira, exgobernador de Coahuila, es un nuevo motivo de vergüenza internacional.
Primero, porque el caso exhibe la brutal corrupción del sistema político mexicano que permite que un mandatario estatal salga de su cargo con cientos de millones de dólares.
Segundo, porque muestra que la clave que explica esa corrupción es la escandalosa complicidad que se traduce en impunidad.
Porque, como seguramente saben, no fue una investigación del gobierno mexicano la que llevó a su detención sino las pesquisas, por un lado, del gobierno de los Estados Unidos, y por otro, del gobierno español. Naciones que notaron movimientos irregulares y que decidieron investigar, a diferencia del gobierno mexicano que decidió ignorar todo el caso desde el principio.
Pese a las denuncias en Estados Unidos y los trabajos periodísticos de diarios como Reforma, el gobierno federal decidió voltear para otro lado. Ni siquiera ahora, con el político detenido, se ha anunciado una investigación nacional y el propio presidente Peña Nieto, a pesar de la evidencia, ha pedido que no se le prejuzgue.
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¿Así se combate la corrupción en México? ¿Así será la protección del gobierno federal al expresidente del PRI? Y ya ni hablar del gobierno estatal, cuyo gobernador actual es hermano del ahora preso en España.
El caso de Humberto Moreira pinta de cuerpo entero a un sistema que no tiene contrapesos reales, que no tiene en su interés perseguir la corrupción y que entiende al aparato de justicia sólo como un brazo político para perseguir a sus enemigos y no como un garante del estado de derecho.
La paradoja es que en este nuevo escándalo hay una buena noticia para México. Porque su detención es un recordatorio del mundo en el que vivimos, en el que las investigaciones pueden ser globales al igual que los castigos más allá de los arreglos de cada país.
La aprehensión también es un buen mensaje para todos aquellos que creen que el poder es para siempre. ¿O cuántos políticos en México habrán dormido mal después de ver la caída de quien, hasta unos días, parecía intocable?
El caso Moreira muestra una de las peores caras de la política en el país, y al mismo tiempo es una esperanza para quienes creemos que un México mejor es posible. Aunque es evidente que para que ocurra habrá que saber usar la presión externa para transformar lo que desde adentro tanto se resiste a cambiar.