La última vez que lo vi en persona esnifaba enojado su famoso “ya me cansé”, después de haber parido tamaña verdad histórica de seis pisos de altura combustionada con grasa humana, ramitas y llantas. La semana pasada, en otro acto de prestidigitación, Lázaro El Cansado apareció vivo, recuperado, y con una risa que no le conocimos cuando era procurador y le preguntábamos por Ayotzinapa.
Quedaron atrás aquellos tiempos cuando, caído en la desgracia, se arrastraba por las redacciones de algunos medios diciendo –ante mudos mecanógrafos– que no dijo lo que sí dijo y que quizás, podría ser, sus testigos erraron en el cálculo y creyeron que habían quemado a 43 estudiantes aunque eran 17. Simple cuestión de matemática.
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Su mentira histórica cimentada en la pira fúnebre del basurero de Cocula, sin embargo, no ha demostrado que ése es el sitio de la calcinación de uno solo de los desaparecidos. Y en esa farsa el hueso de uno de los normalistas, como por generación espontánea, aparece dentro de una bolsa encontrada (por un marino desconocido) a la orilla de un río; un camión fantasma desaparece de la escena; unos testigos contraen amnesia después del citatorio a la fuerza en la PGR y otros moreteados (gustosos de autoflagelarse) tienen visiones distintas.
Su cansancio para investigar fue tal que sumió al país entero en ese basurero del que no hemos salido (por más que se pida que se busque a los normalistas en otros sitios, o que los antropólogos argentinos señalen que el hueso hallado no se parece a los otros y que el basurero pudo haber sido alterado, o que pepenadores y vecinos nunca vieron el mentado fuego, o que estudios científicos arrojan evidencias distintas).
“A ver si en ese basurero mágico encuentran a Muñoz Rocha”, bromeó el otro día un amigo sorprendido del remix de la telenovela priísta ‘Paquita la del Cráneo’, la clarividente contratada tras el crimen de Ruiz Massieu y su asesino desaparecido.
En este culebrón aparecen espías, coros griegos que repiten mentiras y dinosaurios solidarios que dan respiración artificial a compañeros en desgracia. Expertos solitarios que leen frases inconexas y de un abracadabra generan titulares que afirman que 17 estudiantes fueron quemados en Cocula. Campañas más sucias que el aire que respiramos. Soldados virtuales que defienden militares en redes. Momios internacionales unidos contra la “conspiración” de derechohumanistas. Y un muerto. O varios.
En la nueva farsa de Ayotzinapa los agonizantes inventores de realidades resucitan sonrientes y los buscadores de verdades son los malvados. La acción entera se desarrolla en el tiradero donde la verdad diariamente es incinerada. De los estudiantes nadie se acuerda. Y el país entero apesta a podrido.