Definición de diccionario: “La verdad supone la concordancia entre lo que se piensa de algo y lo que ese algo es”. En griego significa descubrir cosas, desvelarlas. En latín, veracidad, oponerse a la mentira.
La presentación del “Informe Ayotzinapa” del GIEI significó una probada de esa verdad que muchos conocemos sobre nuestro país. Fue quizás el momento que hemos tenido más cerca el descubrimiento de un crimen de Estado, el des-montaje de la mentira oficial, el señalamiento del gobierno mafioso.
El informe del grupo de expertos está hilvanado con frases que no tienen doble sentido como: los seguían, los persiguieron, querían impedirles salida. Gran operativo, todos participaron: narcos-funcionarios (porque narcos ganan elecciones), sicarios-policías, federales-encubridores. Todos coludidos: unos miraron morir, otros negaron ayuda, otros fueron cazadores, otros cerraron paso. Qué importó que fueran estudiantes. Eran pobres. Eran pueblo. Eran 43. En un país donde la vida humana se abarata es probable que un cargamento de droga era más valioso que todos ellos.
Segundo momento: desaparecerlos para borrar evidencias, cerrar el caso: embarrar expedientes, desasear escenarios, sembrar huesos y confesiones, torturar inculpados firmantes de declaraciones a ciegas, inventar una quema en un basurero, parir mentiras, crear confusión. La PGR en acción.
Tercer momento: matar al mensajero, víctimas de élite alquiladas para ensuciar a los investigadores internacional, alianza para la guerra sucia, periodistas francotiradores, impunidad a los fabricadores de la verdad, persecución a defensores, la instalación de la mentira como verdad. Las víctimas muertas en vida.
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“El GIEI nació de una herida”, explicó el grupo de expertos internacionales que vino a investigar la desaparición de los 43. Lo hizo en términos médicos: nosotros somos la vacuna que generará anticuerpos para que Ayotzinapa no se repita.
Así, en ese informe-radiografía-autopsia, pusieron a México en la plancha metálica. Estando los interesados presentes (el gobierno ausente) abrieron el cadáver: apestoso, podrido, agusanado. Esa escena provocó asco, miedo, tristeza, efectos de la verdad que se terminó de abrir paso con el grito liberado del “no-se-va-yan-no-se-va-yan” que anudó gargantas, arrancó lágrimas. “Que se quede el GIEI y se vaya la PGR”, completó alguien.
“La Verdad nos hará libres”, es sabido. ¿Pero cuándo? Nos toca decidir qué hacemos con el diagnóstico. Hasta cuándo.