Vaya brete el que adquirió Donald Trump el martes pasado. No sólo se aventó a todo un país por sus comentarios despectivos hacia México y sus ciudadanos -esto, sin preguntar cuántos de los departamentos de su mítica torre son propiedad de mexicanos, para comenzar-, y el desprecio de amplios sectores de la población norteamericana, sino también el repudio de un sector de los músicos mundiales por no respetar los derechos de autor.
El detalle: Trump no pidió autorización para usar la pieza. Los representantes de Young debieron salir a condenar el uso de la canción y reiterar que el cantante apoya a un candidato demócrata: Bernie Sanders.
Sí, ni siquiera a Hilary. Pero, si leemos un poco, a ella no le importa. A la Señora Clinton el desdén de Neil Young la tiene sin cuidado, ha hecho una alianza con distintos artistas para sean parte de su playlist.
Katy Perry, Pharrell Williams, Jeniffer Lopez o John Legend completan una lista ecléctica que intenta reflejar un espíritu jovial o, mínimo, esencia de chavorruco.
Como sea, los candidatos para la Presidencia de los Estados Unidos definen, ya, la personalidad que tendrán por los meses y años por venir a partir de la música. En México, aún estamos lejos de ello.
Margarita Zavala lanzó su video de apertura hace casi una semana. Definió vestuario, maquillaje y lenguaje corporal. No así su gusto musical que, al igual que otras ideas, podrían acercarla o estrechar sus diferencias con el sexenio de su marido.
Fernando Delgadillo en su lista de Spotify la pondría no sólo en la misma pista que Felipe, sino que la ubicaría en la antípoda de la población a la que podría entusiasmar, que es el grueso de los jóvenes.
Mancera ha dejado ver poco sus gustos musicales en su mandato. No es tan obvio como Marcelo o tan básico como Andrés Manuel, pero apostaría a que Kabah está en alguna parte de su iPod.
Y sí, López Obrador descubre poco de su gen musical. No es relevante, seguro sería la respuesta que, muchos, no harían suya.
Faltan tres años para la elección presidencial. Momento para que los precandidatos contraten asesores para conformar una lista atractiva, que los retrate en fortalezas y actualidad y, por supuesto, que los aleje de los tropiezos como los que cometió esta semana Donald Trump