Negro y blancos de la FIL, por @goliveros

Hace un par de semanas, hicimos aquí un recuento rápido de aquel episodio que marcó a carrera presidencial de 2012 y en gran medida, la percepción de Enrique Peña Nieto. Sería, ahora, bien momento de hacer un balance sobre los alcances de esta edición de la Feria Internacional del Libro en Guadalajara.

La FIL es un éxito total. Miles de personas la visitan y se integran al mundo del libro de forma espectacular, el show de la lectura convertido en producción macro. No es malo, las editoriales invierten en crear monumentales instalaciones para atraer lectores a partir de flamboyantes propuestas.

A eso, hay que agregar las apuestas que la Universidad de Guadalajara ha añadido alrededor. La idea de discusión mediática en TVmorfosis es un ejemplo de astucia. Gabriel Torres y el equipo del canal 44 han logrado crear un interesante debate sobre la Old Media y los nuevos canales de comunicación.

La convocatoria mediática de este año debe de analizarse. De pronto, la FIL logró conjugar públicos y notas de todos los medios y para toda audiencia. Nada mal, si se toma en cuenta los alcances que la lectura en México debiera tener.

Los problemas comienzan en otros aspectos que no son responsabilidad de la Feria como tal. El show del libro se ensombrece cuando el protagonista pasa a segundo plano para que la frivolidad y el glamour de la intelectualidad mexicana desfilen. La FIL se relega para que el lobby del Hilton y del Westin sean una cantina de competencia de egos y saludos hipócritas. No importa si se leyeron los libros, cae en segundo término el autor, lo importante es la fiesta, el coctel, la borrachera que se dará hasta la madrugada.

Editoriales que se dedican a licenciar autores y que deciden que el público mexicano no merece ediciones con la misma calidad y cuidado que las originales en ingles, francés o alemán. Traducciones que apenan pues parecen que usaron los programas de traducción de Google y no el cuidado que la idea del autor merece. Gato por liebre en papel revolución.

Por último, Mujica. El presidente de Uruguay puede ser el héroe de una película donde un orador medianamente cercano estará por encima de lo esquemático y frío de los poco carismáticos políticos actuales. Sin embargo, cuando el periodista “de izquierda” le pregunta “¿Qué hacemos ante el dolor de Ayotzinapa?” La respuesta debiera ser: por lo pronto, no aplaudirle como foca al Presidente Peña en búsqueda afanosa de su abrazo, como lo hizo el mismo periodista en el mensaje del segundo informe.

Congruencia. Como de libro de texto.

(Gonzalo Oliveros / @goliveros)