El PAN ha sido noticia, no precisamente buena, en las semanas recientes al menos en tres ocasiones. La primera involucró al senador jalisciense José María Martínez, promotor de la Comisión de la Familia y Desarrollo Humano, quien se puso voluntariamente en el ojo del huracán al defender ideas conservadoras contrarias a las libertades sexuales recientemente ganadas. La polvareda levantada fue intensa, el senador ganó triste notoriedad pero fue acusado de homófobo y retrógrada, aunque se empeñó en defender su concepto de “única familia válida” ante cuanto micrófono le pusieron enfrente. Y luego, en las páginas de un diario intentó defenderse y “explicar” su postura con una serie de argumentos contradictorios en los que, casualmente, se podían leer varias veces las palabras “mi lucha”…
La tercera noticia fue la aparición en Jalisco de un grupo neonazi llamado Movimiento Nacionalista Mexicano del Trabajo, integrado por jóvenes quienes, acaso sin percatarse de su propia facha, se dicen seguidores de Hitler, además de revisionistas, defensores de las “familias tradicionales” y protectores de la religión católica. El ingenio popular los bautizó de inmediato como “morenazis”. Según trascendió, este movimiento es encabezado por un miembro de la Secretaría de Acción Juvenil Jalisco del PAN. Si bien el secretario nacional de esa agrupación, Everardo Padilla, se apresuró a deslindarse de los jóvenes neonazis, quedó una preocupación expresada en muchos medios de comunicación: ¿hay en el país un avance de grupos de extrema derecha con capacidad para infiltrarse en los partidos políticos?
Se dice que los principios con los que surgió el PAN, si bien conservadores, nada tenían que ver con estas posturas extremistas, pero también es cierto que ese partido ha cobijado tendencias de extrema derecha. Recordemos al Yunque, la organización ultraderechista muy documentada pero siempre negada por el propio PAN. Recordemos también el DHIAC que en Jalisco tuvo una representación muy notable con personajes que llegaron a altos cargos, como Fernando Guzmán y César Coll. Y no olvidemos a quien fue presidente municipal y luego gobernador: Emilio González Márquez, célebre por sus “asquitos” y por mentarle la madre a las minorías que no pensaban como él. Emilio, recordemos, fue dirigente nacional del PDM, aquel partido del gallo colorado, de los sinarquistas que defendían una ideología nada lejana a la de los jóvenes extremistas que ahora han aparecido en Jalisco. ¿Deberíamos preocuparnos?