Me desperté y entré a Internet. En pijama repasaba notas de las fosas y los 43 normalistas desaparecidos, cuando en la pantalla surgieron Abarca y sus bíceps de gym que brotaban de la camisa de manga corta, abierta en su pecho palomo. Mirada jactanciosa y sonrisa estudiada, el alcalde de Iguala posaba delante de dos guaruras. Al lado, María Pineda descansaba su mano en el pectoral de su amado esposo: soplo de “erotismo” en una foto que proyecta poder y arrogancia.
“Delincuentes”, pensé en el instante en que a mi casa se coló el sonido de la escuela vecina: oí a los niños cantando el Himno Nacional y el Toque de Bandera. Entonces imaginé a Abarca de niño en su colegio -peinadito y uniformado- entonando esas canciones patrias, y me pregunté “¿cuántas horas de su vida, en su escuela, el pequeño Abarca cantó esos himnos?”, “¿cuántas horas los líderes de cárteles, sicarios o políticos como Abarca o Montiel cantaron en su niñez esos himnos?”.
Saqué la calculadora. La parte del Himno que se canta dura 96 segundos y 44 más el Toque de Bandera. Resultado: los lunes, cada pequeño canta a la patria casi 2.5 minutos. Multipliquemos eso por los 42 lunes del Ciclo Escolar: en total, un niño canta 1.7 horas. Con 26 millones de chicos en Educación Básica, sólo en un año la suma de los estudiantes canta a su país 45 millones 500 mil horas.
Si esas 45 millones de horas (equivalentes a 5190 años) nos hubieran asegurado ser una nación dominada por hombres buenos y honestos, respetuosos del prójimo y por lo tanto de su patria, adelante, reproduzcamos mil años más la formula del “Mas si osare un extraño enemigo”. Pero eso ni de lejos nos blindó contra la inmoralidad
El gobierno de Fox cercenó las materias de Civismo y Ética en la Educación Básica. La medida fue aplaudida por “liberal”, como si la enseñanza dijera adiós al Manual de Carreño -que explica a las señoritas cómo cruzar las piernas- y otros anticuados buenos modales. La escuela dio más Trigonometría pero desdeñó un fin esencial: crear buenas personas. Eso sí, el bélico Himno y el Toque de Bandera, inamovibles.
Días atrás, Chuayffet, secretario de Educación, admitió: “No hay una práctica para educar cívicamente a las personas (…) es un área que se ha venido degradando”.
Desde 1943 nuestros niños dedican unas 45 millones de horas anuales a cantar a la patria pero en las escuelas aún faltan las clases que les enseñen: no extorsiones, no secuestres, no robes, no discrimines, no tortures, no mientas, no violes, no mates.
¿Vale menos volver ineludibles en ellos esos principios mediante la educación que hacerlos repetir como autómatas el vacío “se levanta en el mástil mi bandera, como un sol entre céfiros y trinos”?
Esfumadas las clases de Civismo y Ética, aquí estamos, con 30 mil desaparecidos.
Eso sí: niños, párense derechitos y canten fuerte el Himno.
(Aníbal Santiago / @apsantiago)