Primer disparo
Imaginemos un verbo que nos describa como mexicanos. ¿Cuál sería? Pensemos. Si bien somos distintos entre sí, bien vale imaginar algo que tengamos en común la mayoría. ¿Qué verbo nos pinta de cuerpo entero? Comer, transar, abusar, ayudar, chingar, crear, traficar, besar, escapar, robar, reír, asesinar, regalar, trabajar, tolerar… Clotaire Rapaille, en El Verbo de las Culturas, dice que “aguantar” nos viene como anillo al dedo. Según él, los mexicanos aguantamos, aguantamos y aguantamos. Y creo que Rapaille tiene la boca atascada de razón.
Segundo disparo
Cuando Juan Pablo II vino a México en 1990, le habló a los católicos desde un balcón de la Basílica de Guadalupe: “México sabe bailar, México sabe rezar, México sabe gritar…”. ¿Se acuerdan? Creo que le faltó decirnos: México sabe aguantar.
Tercer disparo
Según Rapaille, los mexicanos a lo largo de los siglos hemos sufrido abusos institucionales, frustraciones sociales y, yo agregaría, “la chinga cotidiana de chingarnos” porque, no nos hagamos güeyes, hay mexicanos que tienen como deporte nacional el chingar al prójimo y para ello hay atletas de alto rendimiento. Cuando existe un esquema cultural o institucional de abuso, impunidad, injusticia, atraco o secuestro, los mexicanos aguantamos. Hacemos nuestro el modelo, nos resignamos a él y no lo cambiamos. No importa el daño que nos haga, seguimos tolerándolo aunque nos destruya. “Entre más puedas soportarlo, más orgulloso te sientes”, dice Rapaille en su análisis.
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Cuarto disparo
Hay quienes dicen “Prefiero no ver las noticias, porque no quiero deprimirme”. ¡No mamar! La violencia está imparable, los muertos se multiplican, los gobiernos quieren volver la corrupción en normalidad, el dinero está en manos de pocos y la pobreza en la vida de millones. ¿Por qué? Porque seguimos aguantando, ignorando y haciéndonos pendejos. Los peatones se agarran a golpes con los automovilistas; los niños prefieren el dinero del narco al conocimiento en una escuela sin techo; el Presidente pide perdón, mientras miles están en la cárcel por delitos que ni siquiera cometieron; basura por aquí, impunidad por allá, influyentismo por acullá. Nadie respeta las reglas, porque violarlas es sinónimo de ser un chingón en un país sin consecuencias.
Último disparo
Mientras los demás países salen del atolladero con ciudadanos que no permiten la corrupción en sus gobiernos, los mexicanos seguimos aguantando.