“No es por ser paranoico, pero…”, por @felpas

Que el periodismo lleve años en crisis favorece la conspiranoia. La apuesta por los contenidos gratuitos en internet ha puesto en jaque a la mayoría de los diarios, que han debido reducir su nómina y los salarios al tiempo que el trabajo periodístico se ha incrementado. Si antes un reportero llevaba a un fotógrafo a cubrir la nota y regresaba a la redacción a escribirla con cierta holgura, ahora no es infrecuente que él mismo tome la foto, edite el video para la cápsula televisiva, el audio para la radiofónica, tuiteé al respecto, haga la nota inmediata para web, y además deba subir de cinco a diez notas al día por un sueldo que lo obliga a tomar un segundo trabajo. El resultado es que al final se abdica del buen periodismo y el reportero se habitúa a rutinas desastrosas: por ejemplo, limitarse a copiar la información del boletín de prensa sin contrastar la información, confundir una declaración banquetera del político (o de la conferencia de prensa) con una noticia, o para redondear los ingresos, aceptar un empleo matutino en la misma dependencia gubernamental que por las tardes cubre para el diario. Agreguemos a eso el triste hecho de que en este país si a alguien se le ocurre investigar como se debe, puede que esté firmando su sentencia de muerte.

El domingo pasado miles de periodistas se reunieron en distintas plazas del país para un evento convocado en redes sociales: #PrensaNoDisparen. El detonante fue el asesinato del periodista veracruzano Gregorio Jiménez y la torpe, hiriente, actuación del gobierno de su Estado que limitó las causas del homicidio a una situación ajena a su trabajo periodístico (pese a la abundancia de elementos que confirman lo contrario). Un evento lleno de periodistas que recibió lamentablemente muy poca atención de los medios donde estos mismos periodistas trabajan.

El mundo se está polarizando entre los que tienen el poder y la ciudadanía: nosotros. El ejercicio de la verdad cada día resulta más molesto para los primeros porque cada día tienen más privilegios que defender. Por eso se esfuerzan tanto en crear su propia narrativa conveniente: he visto a multinacionales patrocinar secretamente “congresos científicos” con ponentes “expertos” a modo para sustentar la venta y consumo de productos dañinos para la salud, o para justificar un desarrollo turístico en una reserva de la biosfera. Lo hacen porque saben cómo funciona la prensa bien amaestrada, rutinizada: van los periodistas al congreso y al día siguiente publican lo que los “científicos” dijeron. Sin discutirlo. Sin contrastarlo. He visto compañías de relaciones públicas que crean blogs sin fuentes acreditadas simplemente para que la narrativa más conveniente al poder aparezca en los buscadores de internet. He visto oficinas de prensa que dan viajes y regalos que seducen hasta al periodista más mimado: permitiéndole, por ejemplo, entrar en exclusiva a las casas que el capo abandonó. Hemos sabido de periodistas connotados que pierden su empleo porque dieron una nota que inconformó al Licenciado, al Secretario, al Gobernador, al Presidente.

Dadas las circunstancias, está bien ser razonablemente conspiranoico y que a falta de evidencias concretas juntemos todo lo que hay a la mano para elaborar teorías descabelladas.

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(FELIPE SOTO VITERBO)