Los políticos mexicanos creen que sus leyes son como la de la gravedad, que basta con aprobarlas para que se cumplan. La frase del activista Jacobo Dayan es un buen retrato de cómo funciona la vida política en México, un país experto en hacer como que se hace algo distinto, para dejar las cosas igual.
Tan solo esta semana los legisladores se llenaban la boca con nuevas penas en contra del robo de combustible -como si fuera por las penas cortas que se cometen los delitos -y en la Ciudad de México entró en vigor un nuevo reglamento de tránsito, con multas más altas, como si con eso fuera a cambiar nuestra realidad.
Todos sabemos que no será así. Y no lo será porque no es la multa en sí misma la que nos hace actuar de una forma o de otra, sino el cambio cultural que solo es posible cuando se modifican tres variables al mismo tiempo: la convicción personal, los incentivos o sanciones sociales y las reglas o instituciones.
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Pensemos, por ejemplo, en dos cambios exitosos que ha vivido esta ciudad. El primero, con el uso del cinturón de seguridad en los asientos delanteros, resultado de infracciones, sistemas de recordación dentro de los autos (focos y alarmas) y la aceptación del riesgo que implica manejar sin ellos. Gracias a estos factores, en poco tiempo se volvió casi imposible ver a alguien sin cinturón por la ciudad.
El segundo caso pasa por la prohibición para fumar en espacios públicos. Sí, los locales sabían que podían ser sancionados, pero más importante fue la toma de conciencia del daño que causa a terceros la adicción de una persona. Basta con mirar cómo hasta hace muy poco era habitual que una persona sacara un cigarro sin preguntarse si quiera por la opinión de los demás; hoy eso es casi impensable.
¿Qué permitió que en estos casos funcionaran las nuevas reglas? Que se cumplieron por parte de la autoridad, que la población entendió su utilidad y que socialmente fueron aceptadas.
Sin esas condiciones, el nuevo reglamento quizá aumente la recaudación, es posible que algunos sean más cuidadosos para evitar ser multados, pero dudo que logre transformar la manera en que nos relacionamos entre los que vivimos en esta cuidad si no se le acompaña no sólo de una mayor difusión, sino de un esfuerzo de persuasión que hasta ahora no se ha visto.