Hace 15 años cuando empezó el debate sobre la reforma energética de Petróleos Mexicanos (Pemex), Enrique Peña Nieto buscó meter su nombre en la lista de candidatos a diputados locales por el Estado de México. Tenía 31 años de edad y era secretario particular de Juan José Guerra, entonces secretario de Desarrollo Económico de la entidad, pero hubo alguien a quien no le cuadró la idea. “Ese muchacho no pasa”, ordenó Jaime Vázquez Castillo, entonces presidente del PRI mexiquense. Pero el tiempo pasa rápido y la vida suele ser una rueda de la fortuna, cinco años después Peña Nieto aplastó las aspiraciones de Vázquez Castillo y de otros priistas con intenciones a convertirse en candidato a gobernador. La anécdota viene a cuento porque el menosprecio a Peña Nieto empezó desde las entrañas de su propio partido. Y aún así ayer, con una sonrisa mordaz, debió seguir por el Canal del Congreso cómo su propuesta de reforma -cuyo tema no encontró el más mínimo resquicio en los últimos tres sexenios- entró en la antesala de la modificación constitucional. Es cierto que Peña Nieto confunde las capitales de los estados, que no sabe lo que significan las siglas de los institutos públicos del país, que es incapaz de hablar de literatura y no recuerde tres nombres de libros que marcaron su vida. Pero, ¿y la oposición qué? Actuó estúpidamente al concentrarse a criticar su peinado, su galanura, las mujeres en su entorno. Mientras eso ocurría, Peña Nieto descuajaringó el corredor azul en el norte del Estado de México y al amarillo en el Oriente. Padecieron ceguera. Se batieron a muerte por el poder interno en el PRD y el PAN se descarriló como gobierno de cambio. Se burlaban de Peña Nieto y sus historias cursis. Cuando Guerra, quien fue colocado en el actual gobierno por su ex secretario particular, era diputado federal le pregunté qué vio en el hoy presidente, por qué intentó colarlo entre las diputaciones cuando Emilio Chuayffet era gobernador del Estado de México (qué sorpresas arrojan las historias: medio mundo veía como un erudito a Chuayffet, pero fue un pésimo secretario de Gobernación y ahora es un pésimo secretario de Educación). Guerra relató en medio de una sesión de un viaje que hizo a Alemania para acercar la entidad mexiquense al boom de la cultura de la cooperación y relaciones entre el sector privado y gobierno. En esas largas horas de vuelo platicó con Peña Nieto y le reconoció su manera de organizar la agenda del secretario, la toma de decisiones, la capacidad de convencer interlocutores de oposición. “En el señor Peña Nieto además se juntan varios atributos: es un cuate enamorado de la política que sabe rodearse de gente inteligente y delegar responsabilidades”, me dijo Guerra. Aunque haya a quienes no nos guste que la reforma energética legitime la opacidad del Sindicato de Pemex y a su líder Carlos Romero Deschamps o el esquema de contratos compartido con las empresas estadounidenses, la reforma energética está a punto de turrón mientras la oposición languidece. Ahora qué. La reforma más importante de este sexenio entró en su etapa más importante en el primer año de gobierno. ¿Seguirán la izquierda y derecha menospreciando al Presidente que desde el arranque del gobierno federal puso en subsecretarías de Estado a los hombres con los que aniquiló al PAN y PRD en el Estado de México? Hasta hoy son subsecretarios, pero lo que ya se oye es que esos hombres pasarán en cualquier momento a tomar la riendas de las secretarías. ¿Cómo pretende la oposición impedir que el PRI reinstaure la segunda fase de la dictadura perfecta?
(ALEJANDRO SÁNCHEZ / @alexsanchezmx)