Las elecciones del pasado 7 de junio cambiaron muchas cosas en el país: las candidaturas independientes cobraron vida, los electores mostraron que están dispuestos a probar nuevas opciones y el tradicional sistema tripartidista mostró señales de agotamiento para transformarse en un modelo más plural. Para darnos una idea destaco un dato: si en las elecciones intermedias anteriores tres de cada cuatro votantes lo hicieron por el PRI, PAN o PRD, en esta ocasión sólo eligieron alguna de esas opciones seis de cada 10.
Afortunadamente los electores le dijeron otra cosa. Ya sé que muchos atribuyen los cambios solo a las disputas internas de la izquierda pero la realidad es más compleja. El resultado no se explica, claro, sin los operadores de Morena y las fallas en el PRD pero tampoco sin la operación del PRI en algunas delegaciones.
Tampoco es posible entender lo que pasó en delegaciones como Cuauhtémoc o Miguel Hidalgo sin el carisma de Ricardo Monreal o Xóchitl Gálvez, quienes no sólo triunfaron por la operación de sus partidos sino que lograron movilizar, de forma espontánea, a miles de electores que querían que esas personas en concreto llegaran al poder.
Y por supuesto, el resultado también debe ser leído como un aval al liderazgo en la ciudad de Andrés Manuel López Obrador, un hombre que dejó el gobierno hace más de nueve años pero que siendo un personaje clave para entender la vida política de la capital del país.
De todo esto deben tomar nota los diferentes actores -perredistas, panistas y priístas- pero en especial hay alguien que debe reaccionar, y me refiero al Jefe de Gobierno, Miguel Angel Mancera.
El gobernante ha dicho que no lee la elección como una evaluación de su gestión. Y que si pagó por algunas decisiones -como el incremento del Metro- fue por hacer lo correcto.
Se entiende que eso diga hacia afuera, más ahora que ha reconocido que aspira a ser candidato presidencial en 2018, pero si esa es realmente la lectura que tiene de los resultados, entonces sus problemas son mucho más grandes.
El cambio en su área de Comunicación Social, sin duda uno de sus puntos más débiles en estos años es un paso en sentido correcto y el nuevo responsable, Julián Andrade, es un periodista que entiende de estos temas, pero si en verdad aspira a algo el jefe de Gobierno tiene que realizar muchos cambios de fondo y el primer paso es reconocer la nueva realidad y las razones detrás de esta transformación.
(MARIO CAMPOS)