Ombudswoman

Nuestro gran molcajete cósmico tiene una nueva Ombudsman, bueno, Ombudswoman o, como ella prefiere que se le llame: “Ombudsperson”. Llámela como ombudsted guste, pero yo creo que si su nombre es Perla Gómez y lo que busca es precisión en su nombramiento, deberíamos llamarla Ombudsperla.

Ahora que quizás sería bueno, ya que la presidente de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal ha comenzado su gestión con este tema de vital importancia, pensar en dejar de usar la palabra sueca con la que designaron a esta figura hace poco más de dos siglos y utilizar el título nobiliario de “defensor ciudadano” o algo menos ombudsmamón y que no haga que uno se imagine a Ombudsman como una especie de superhéroe con capa y sin poderes.

Más importante que la manera en que llamemos a esta funcionaria será la forma en que encare su responsabilidad al frente de la comisión que tras la declinación de Luis González Placencia pareció convertirse en un plato político a merced de quienes vieron en el trabajo de González a un mediador ciudadano incómodo. Quizá la primera recomendación que la nueva presidenta deba emitir deba ser contra la misma Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal, para que explique qué sucedió detrás de la renuncia de González Plascencia a su candidatura para ser reelecto al frente del organismo y cuáles fueron las presiones políticas que impidieron la continuidad de una gestión con altos índices de aprobación. Si yo fuera la nueva ombudswoman estaría muy interesada en saberlo, puesto que me podría pasar exactamente lo mismo si como defensora de los derechos humanos de los capitalinos señalo los abusos de las autoridades.

La cosecha de violaciones a los derechos humanos en esta ciudad nunca se acaba, por el contrario, va en aumento y ha encontrado en las manifestaciones y protestas públicas que hemos visto desde la toma de posesión de Enrique Peña Nieto, el campo de cultivo ideal para que aparezcan. La Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal no se puede permitir la tibieza ni convertirse en una comisión de bajo perfil, que ya de por sí las recomendaciones lo son, al ser recurrentemente ignoradas por las autoridades. Y si no me creen pregúntenle a Marcelo Ebrard quien todavía en el último día de su gestión recibió una recomendación que señalaba la recurrente criminalización de los jóvenes en la ciudad de México. Una política que no ha cambiado en esta administración.

Compleja tarea la que tendrá que enfrentar Ombudsperla. Primero, convencernos con su trabajo de que lo que sucedió en la CDHDF no fue el resultado de una maniobra política para desactivar su incidencia en ciertos asuntos y con ciertos personajes. Y segundo: convencerse a sí misma de que su función al tomar la presidencia de la Comisión va mucho más allá de una tarea burocrática de emisora de recomendaciones y que la CDHDF tiene que seguir siendo una voz lúcida en defensa de los ciudadanos que conformamos este gran guacamole.

(FERNANDO RIVERA CALDERÓN / @monocordio)