Oscurantismo, por @drabasa

El sábado 25 de julio se llevó a cabo en Guadalajara una marcha para protestar en contra de la decisión de la Suprema Corte de Justicia de la Nación de declarar inconstitucionales los códigos civiles estatales que no permiten casarse a personas del mismo sexo. La convocatoria de los organizadores pedía: “Ir vestidos de blanco”, “Llevar pancartas positivas que expresen la importancia de la familia y de que los niños tengan un papá y una mamá”, “Evitar comentarios agresivos o provocativos” y tener confianza para salir a la calle –asegurando que serían miles–, entre otras recomendaciones. En efecto miles, decenas de miles, atendieron la convocatoria. Durante la marcha se podían ver pancartas con leyendas como (reproduzco textual) “No ideología de género = muerte de la familia”, “La mayoría queremos el matrimonio natural”, “El amor es para el niño como el sol para las flores. No le basta pan, necesita caricias de los padres para ser bueno y fuerte”, “Alzamos la voz por aquellos que les abortaron la voz!!!”, “Estamos seguros que el futuro nos pertenece. Basta a la imposición de ideologías extranjeras”, “Mi voto será para quien proteja a la familia!!”, “La verdad y la naturaleza son valores universales que no se cambian o negocian. No te confundas. Sí a la vida”, “Los padres somos los responsables de la educación de los hijos. Soy niño o niña. No me confundan!!!”, “¿Quieres detener la violencia y la delincuencia? Proteje (sic) la familia”. Los cánticos que promovían los organizadores y las organizadoras con altoparlantes proferían sentencias como: “Familia unida, jamás será vencida”, “Gobierno entiende, la familia no se vende”, “Según José y María el modelo de familia”, “No exijamos a la ley lo que no nos dio la naturaleza”, “El niño es feliz con mamá y papá”.

 Además de dedicarme a fotografiar dichas pancartas durante la marcha, conversé con hombres y mujeres de diversas edades para conocer los motivos que los habían llevado ahí. Los testimonios variaron poco y todos apuntaban hacia el mismo sentido: Dios o la naturaleza (las respuestas oscilaban equitativamente entre ambos) hizo a un hombre y a una mujer para que juntos pudieran engendrar una familia, y cualquier disposición contraria es un acto contra natura que atenta contra la civilización y la sociedad mismas. Todos los entrevistados y las entrevistadas profesaron practicar la religión católica, así que la marcha pretende hacer pasar una iniciativa netamente religiosa como si fuera propia de la sociedad civil.

En un país atravesado por la discriminación, en donde el racismo, el clasismo y la desigualdad son lastres que rompen la sociedad de manera oprobiosa, semejantes muestras de un pensamiento retrógrado son verdaderamente alarmantes. Invocar a la naturaleza supone un sinsentido que demuestra la apabullante ignorancia detrás de dicha proclamación. En 1974 (fecha ya de por sí tardía), la American Psychiatric Association eliminó la homosexualidad de la lista de sus enfermedades mentales. La homosexualidad ha estado presente en la civilización desde que tenemos registros de ella. Considerarla como un engendro anormal de la naturaleza supone un estrato ideológico que no se sostiene desde ninguna perspectiva científica, filosófica y mucho menos humana. Esto por no hablar de lo que supone que una institución que ha solapado uno de los peores crímenes en la historia, la pederastia, que ha canonizado a figuras como Juan Pablo II que encubrieron dichos crímenes en distintas partes del mundo, esté detrás de una iniciativa que pretende proteger “a los niños”. Dicha postura pone de manifiesto la ancestral doble moral de la iglesia católica y de un inmenso sector de sus feligreses.

Conscientes de que la batalla conceptual contra la homofobia está absolutamente perdida, un pequeño sector de la marcha mostraba un claro afán por aclarar que la marcha no era en contra de los homosexuales sino a favor de la familia. No obstante, muchos de los testimonios y de las leyendas de las pancartas, claramente apuntaban contra la comunidad homosexual. Aunque no sea de manera frontal, la iniciativa tiene claramente un sesgo homofóbico. Pensar que una pareja conformada por personas del mismo sexo no está facultada para criar un hijo supone que existe una patología que les impide hacerse cargo de él.

¿Será casualidad que países como Luxemburgo, Bélgica o Islandia, que se encuentran dentro de los países con mejores y más avanzados índices educativos en el mundo, tengan primeros ministros homosexuales? En cambio regímenes fundamentalistas como el del Estado Islámico o países con índices educativos aún más lamentables que el nuestro como Nigeria condenan con la pena de muerte la homosexualidad. Exigir que la ley realice una distinción entre los derechos y facultades que las personas tienen basadas en su orientación sexual nos pone más cerca de los segundos que de los primeros.

La fórmula que exige que haya familias sólo compuestas por un padre y una madre no sólo resulta indignante bajo la óptica de las parejas homosexuales sino también de las madres solteras y de cualquier otro tipo de configuración familiar que no sea, como lo indicaban algunos cánticos en la marcha, aquella que José y María, personajes bíblicos, tenían hace más de 2 mil años.

Los organizadores de la marcha han proclamado que esto sólo es el comienzo y que piensan continuar con la iniciativa para llevar el testamento de su ideología al plano de lo legal. Así como dichos grupos reaccionarios han movilizado a sus huestes, es importante que las voces fuera de este ámbito se proclamen en sentido contrario. Lo que menos necesita este país es anteponer credos fundamentalistas y profundamente ignorantes para seguir dividiendo un país al borde del colapso.

(DIEGO RABASA)