No hace mucho contraté Netflix. Por las noches, al tocar la computadora, una descarga de escenas invade mi cuerpo. Vi House of Cards, Breaking Bad, Narcos y tengo espasmos mirando El Patrón del mal, mientras me crece una montaña de libros que, culposo, leo temprano para sacudirme la sobredosis de ficciones seriales.
Netflix es la gran cosa, pero ¿por qué poco ha girado el cuello hacia México, capital mundial de una realidad mata ficciones?
Podría relatar un caudal de hechos increíbles en los que se entrecruzan como tiburones en mar australiano la política, el narco, la iglesia, el capital y los tropiezos de un gobierno: una realidad bizarra donde los hechos parecen inventados, por inverosímiles y exagerados. Para no abrumar con toneladas de tinta, aquí el último de estos kafkianos episodios mexicanos:
PAÍS DE TUCANES.
Guión: Un subsecretario acusado de delitos electorales. No pertenece al partido gobernante sino a uno que duerme con el gobierno. No defiende su reputación ni su inocencia, pero acusa al fiscal, utilizando al aparato del Estado.
PERSONAJES:
Arturo Escobar: Rubio ojos de oliva, fue portavoz del Partido Verde, el más lucrativo partido familiar. Es acusado de utilizar 10 mil tarjetas para hacer una trampa electoral más al amparo del PRI, su patrón de negocios y maldades.
Arely Gómez: La procuradora es un enigma. Hermana de uno de los socios de Televisa (televisora ayer peñista y hoy en estado de reacomodo y catatonia) ha sorprendido al dar tumbos contra el sistema en Ayotzinapa y en el caso Escobar. Se sospecha que es simpatizante clandestina de López Obrador y que por esa razón no informó al presidente Peña del expediente Escobar.
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Santiago Nieto, Fiscal de asuntos electorales: Escobar y distinguidos priistas como Emilio Gamboa Patrón lo acusan de perredista (aunque el PRD está más muerto que un pingüino en el Sahara) y (¡santas pifias, Batman!) de incurrir en un gravísimo conflicto de interés por haber asesorado antes al PRD. En la imaginaria serie de Netflix, las acusaciones de Gamboa reviven el escándalo de la casa de ocho millones de dólares que el presidente obtuvo de un contratista: en el papel de su vida, Angélica Rivera reaparece en estelar gritando con lágrimas en los ojos (el cliché sirve al dramatismo): “¡Yo soy la dueña!”
Enrique Peña. El Presidente ve en esto un compló: La procuradora y el fiscal jamás le informaron que la PGR iría detrás del socio verde de su partido. Para evitar un escándalo mayor en una época en la que los pavos son cocinados, Peña decide cortar la cabeza al fiscal Nieto tras las vacaciones navideñas.
Escobar es reinstalado como subsecretario de Gobernación en el nuevo año y Jorge Emilio González, El Niño Verde, orgulloso nuevo fiscal de delitos electorales, anuncia que López Obrador será detenido y sus derechos políticos suspendidos por atentar contra los derechos de las chachalacas, en la campaña del año 2000.