Ella tiene 15 años, me escribe para preguntar cómo debe decirle a su padre que ella es Queer. La hija de este amigo explica que se rehúsa a dejarse regir por la sexualidad heteronormada, a ella a veces le gustan los hombres y a veces las mujeres, pero los términos gay, lesbiana o bisexual le parecen anticuados, excluyentes. Te obligan, dice la chica, a pertenecer a un grupo. La joven ya leyó a Beatriz Preciado, la española que ha influido con seriedad en las teorías de género y sexualidad post-identitaria, es decir, de los tiempos en que no debemos aceptar el sello cultural de nuestra identidad sexual y amorosa. Antes la palabra Queer era un insulto para cualquiera de la comunidad GLBT. En castellano se traduce como retorcido; ahora la rescatan como una idea que integra a las personas que se rehúsan a ser etiquetadas por la sociedad.
La chica me cuenta que ha besado a niñas y niños por igual. Que una buena parte de la gente en su exclusivo colegio de la Ciudad de México lo hace y les parece normal, son bi también en el sexo, dice con naturalidad. Es la única de sus amigas que no perdió la virginidad a los 13. ¿Si no quieres que te encasillen para qué te defines como Queer? Le pregunto. Porque es la única manera en que puedo dejar claro que nadie debe sentirse con el derecho a definirme, responde.
LEE LA COLUMNA ANTERIOR DE LYDIA CACHO: DICIEMBRE EN DEFENSA DE SCROOGE
En la era en que las niñas y niños de entre 12 y 15 años ven pornografía gratuita en internet, las transgresiones han cambiado de nivel. Octavio Paz hablaba sobre infringir los preceptos o leyes establecidas como un afrodisiaco, una transgresión añade fuerza vital al amor, en particular al erotismo. Para las generaciones nacidas en los 60 y 70 hacer el amor en lugares prohibidos (un elevador, el baño de un restaurante o el auto estacionado frente a la casa de los padres) o la infidelidad, siguen siendo algunas de las transgresiones más usuales; ver pornografía lo fue hasta antes del año 2005 en que se disparó el uso de internet ligado el acceso gratuito a la pornografía. Las imágenes repetidas nos vuelven eventualmente inmunes al asombro, dijo Susan Sontag refiriéndose a la fotografía de violencia y a la pornografía; sin el asombro lo que queda es la normalidad, la vulgaridad.
¿Qué obstáculos enfrentan las y los jóvenes hijos de las generaciones divorciadas? Por más que la noción romántica del amor eterno siga vigente en el cine hollywoodense ha perdido vigencia en la juventud. En defensa de las y los jóvenes hay que decir que si lo que ven en casa es desamor, desencuentros afectivos, divorcios virulentos, vidas partidas entre un hogar y otro, no hay mucho que la teoría romántica pueda hacer contra la práctica vital que tienen frente a sus ojos. Si los padres y madres son destartalados amorosos ¿cómo enseñan a sus hijas e hijos a no serlo? Pero, ¿qué sucede cuando son hijas de parejas bien avenidas? ¿tampoco creen en ese modelo de amor? Pregunté a 130 jóvenes de ambos sexos si tenían sexo amistoso sin compromiso, 92% dijo que sí. A la pregunta si han tenido curiosidad bisexual, 80% de las niñas dijo que sí y 25% de los chicos aceptó, a la pregunta de cuántos tuvieron coito con una persona del mismo sexo 62% de ellas dijo que sí, 5% de ellos dijo haberse atrevido. Tal vez la chica que me escribió quiere anunciar a su padre que es Queer porque es tiempo de romper el vínculo nena-papá, tal vez porque en verdad no se identifica con nada y como toda adolescente se siente rara, diferente, rebelde y ha encontrado una teoría que le da sentido a lo que está viviendo.