El 8 de marzo es una fecha importantísima: por los derechos, por la justicia, por todas las que están y las que no. Nos remueve sensaciones, memorias, reflexiones; es dolorosa y a la vez, esperanzadora
Por Mariana Castillo Hernández
El 8 de marzo es una fecha importantísima: por los derechos, por la justicia, por todas las que están y las que no. Nos remueve sensaciones, memorias, reflexiones: es dolorosa y a la vez, esperanzadora.
Lo importante, como en todo, pienso que es entender nuestra posicionalidad, desde ahí, actuar. Nos equivocamos, reviramos, y como dice Lorena Cabnal, feminista comunitaria, más que respuestas, tenemos sospechas para repensarlas, cuestionarlas, confirmarlas y proponer.
Cada año es lo mismo: la mayoría de los medios mexicanos de gastronomía mencionan a las mismas chefs del mismo sector social y capital cultural en las notas relacionadas con mujeres. Pueden o no estar bellamente escritas, pero su matiz sigue siendo profundamente acrítico, blanco, privilegiado, muy de girl power empoderado, políticamente correcto.
Cambian según qué proyecto esté en la mira y en tendencia, pero nada más, de vez en cuando se integra a una persona de identidad diversa como si fuera requisito, pero nada más. Siempre me pregunto, ¿y las cocineras, las transformadoras, las meseras, las productoras, las campesinas, las pescadoras, las queseras, las…?
En el evento de Mujeres creadoras, dedicado a conversaciones sobre el territorio que somos y habitamos, me invitaron a moderar una mesa. Ahí conocí a Michi y Mayahuel de Mujeres de Maíz Milpa Alta, y a Regina Cabrera de la Asamblea Ecologista Popular.
Ellas compartieron las vicisitudes que enfrentan no solo por que existen “techos de cristal” sino por las múltiples y complejas barreras sociales, el machismo, la corrupción y la violencia sistémicas e institucional, pero a la vez, cómo las enfrentan desde la comunalidad, la dignidad y el orgullo.
Llevar las marchas de mujeres a sus poblaciones y descentralizarlas, defenderse del despojo de empresas y personas en la política, lograr amparos, crear mercaditas de morras para tener ingresos y cohesión son algunas de sus acciones.
Al escucharlas, corroboré algo que repito constantemente en clases y talleres que facilito, en las notas que escribo: hay que desaprender y reconceptualizar desde realidades alternas y no necesariamente nombrarnos feministas nos hace entender a las mujeres que habitan diferentes entornos. Asimismo, basta con seguir midiéndonos con la vara del feministómetro que puede estar lleno de dogmas que no nos ayudan.
Todo esto confluye con lo alimentario de tantas maneras: eso que nos permite la vida y, a la vez, nos puede dar placer, ¿de dónde viene, qué filosofías y entramados tiene detrás, se produce en entornos de explotación e injusticia, quiénes tienen acceso y por qué? Quizá estoy muy sensible a esto porque en mi quehacer he conversado mucho con mujeres racializadas en diferentes realidades y estoy intentando que cada día dejemos narrativas nocivas vigentes, extendidas, comunes, de opresión y disparidad.
Aleida Rueda, periodista de ciencia, publicó un hilo en ex Twitter con recomendaciones el año pasado para abordar notas sobre mujeres y me inspiró a adecuarlas para los temas de alimentación. Preguntémonos:
- ¿Estoy explicando en qué consiste su trabajo y logros personales y colectivos?
- ¿Menciono asuntos de su aspecto físico o vida personal que no venían al caso con la historia?
- ¿He titulado notas con: “el lado femenino de la cocina” o “el balance entre la cocina y ser madre”?
- ¿Las mencionó como “súper mujeres” capaces de todo?
- ¿Describo los desafíos y las violencias que enfrentan para dedicarse a su actividad?
- ¿Entrevisto solo a restauranteras o mujeres en el rubro gastronómico de cierta clase social?
- ¿Sólo escribo de ellas en marzo?
- ¿Respeto su voz y declaraciones y la escucho verdaderamente?
- ¿Estoy romantizando o folklorizando su actividad o las estoy infantilizando si pertenecen a algún pueblo originario?
- ¿Tomo en cuenta diversidades y desigualdades?
Platícame qué opinas y si esto te hizo reflexionar. Finalmente, como sugerencia, la búsqueda de autoras en México, Latinoamérica, Asia y África permite sensibilizarnos a que hay más que lo hegemónico, que el cuarto propio es una metáfora que no a todas les es posible o cercana. Por ejemplo, esta frase de Gladys Tzul Tzul, activista y pensadora maya k’iche, en donde la comunidad no puede desconectarse de la categoría de “mujer”, me parece importante porque a su vez, se pone sobre la mesa los entramados integrales.
Gracias a las que han marchado y lo seguirán haciendo, a las que no, a las que hacen equipo, a las que siembran, a las que pizcan, cocinan y a las que lavan platos, a las que escriben, a las que enseñan, a las que cuidan. Alto a la violencia machista, racista y clasista. No perdamos de vista la perspectiva de género todo el año, integren a todas, todo el año, no solo existen las académicas para foros, programas de estudio, publicaciones, empleos, etc. Repito: todas, todo el año.