Pelucas de colores, sonrisas pintadas y zapatos gigantes desfilan por la Calzada de Guadalupe. Ataviados con su ropa de chambear, metidos en personaje, acarreando globos, instrumentos musicales y hasta carritos en miniatura, los payasos también hacen su procesión al Tepeyac para mostrar su devoción a la Virgen de Guadalupe.
Cada año hay dos peregrinaciones principales. La de diciembre se lleva a cabo un día después del 12, con los ánimos guadalupanos a tope, pero ya con las calles y la Basílica más tranquilas. Es organizada por el Grupo Metropolitano de Payasos y el año pasado fue la edición número 27 de su procesión. También hay otra a mediados de julio, una marcha convocada por el Club de Payasos de México que ya lleva más de tres décadas realizándose. En ambos eventos, el objetivo es el mismo: agradecerle a la Virgen morena por dejarles seguir haciendo la chamba que les apasiona.
El punto de reunión siempre es la Plaza Paseo de los Payasos, en el cruce entre Calzada de los Misterios y Manuel González, donde empieza la colonia Peralvillo. Ahí hay un homenaje escultórico a grandes payasos que hicieron historia en México y que existe desde 2010: Leandro Castillo El Gran Pirrín, José Manuel Vargas Martínez “Bozo” y Richard Bell. Sin embargo, se han robado no solo las placas, sino que hace poco más de un mes se volaron el busto completito de este último, ¡no hay derecho!
Por obvias razones, es una travesía particularmente alegre y colorida, que va jalando transeúntes “civiles” —sobre todo niñas y niños— y en la que se ríe más de lo que se sufre. Hay música, baile, consignas vaciladoras y mucha alegría. Eso sí, la fe y el respeto a la Virgen de México van en serio. Al final del recorrido se lleva a cabo una misa tan solemne (o casi tan solemne) como las que se ofician diariamente en la edificación monumental de Pedro Ramírez Vázquez.
Si te perdiste la peregrinación del año pasado, puedes enterarte de la próxima (y de otros eventos) en el Facebook del Grupo Metropolitano de Payasos: facebook.com/grumepac.