Volver a la pedagogía del ejemplo, de la ternura, de la memoria, del error, del activismo y de la militancia, para despatriarcalizar y descolonizar, sería importante para salir de los esencialismos, de los dogmas, de esas herramientas que siguen sosteniendo tantas complejidades
Por Mariana Castillo Hernández
En la compilación Feminismos territoriales. Hacia una pedagogía feminista, Claudia Korol, periodista y educadora popular chilena, recuerda la importancia de la pedagogía del ejemplo, de la ternura, de la memoria, del error, del activismo y de la militancia, para despatriarcalizar y descolonizar la forma en la que aprendemos hoy en día. Sobre esto versan mis reflexiones hoy.
Desde el 1 de octubre, Claudia Sheinbaum Pardo es presidenta de México, con a, aunque haya gente que aún se sienta en incomodidad por esta distinción.
Sí, a más de una, esto nos alegra por lo importante de la representación, y a la vez, esto no quiere decir que no seamos críticas o no nos cause escozor recordar la represión a las marchas feministas de esa misma Claudia cuando era Jefa de Gobierno de la CDMX o escuchar una y otra vez como ella defiende o usa eufemismos cuando se le cuestiona el papel de las fuerzas armadas y el creciente poder de las milicias en el país, entre una larga lista de claroscuros.
En su toma de protesta ella pronunció la frase “Sin maíz no hay país”; mencionó al maíz, el cacao y el jitomate; la chinampa se usó en el evento del Zócalo como elemento presente; se habló de soberanía alimentaria, de mujeres artesanas…Y también dijo: “Llegan las indígenas, las trabajadoras del hogar que salen de sus pueblos para apoyarnos a todas las demás”.
No, presidenta, no salen de sus pueblos para “apoyarnos” a todas las demás. Las mujeres de pueblos originarios y rurales salen de sus lugares de origen por tantas causas de desigualdad que tú sabes de sobra. No salen a “apoyarnos”: salen a ganarse la vida y a trabajar para las mujeres blancas que sí tenemos acceso a ciertos espacios de poder.
De ahí que volver a la pedagogía del ejemplo, de la ternura, de la memoria, del error, del activismo y de la militancia, para despatriarcalizar y descolonizar, sería importante para salir de los esencialismos, de los dogmas, de esas herramientas que siguen sosteniendo tantas complejidades.
Por ejemplo, ojalá que desde los actos de gobierno, desde las secretarías, se dejen de usar a las mujeres, y a las personas de las diferentes culturas que habitan en el país, como un eterno performance de “riqueza y belleza cultural” donde se siguen replicando estereotipos con un lenguaje de folclorización y paternalismo que no cambia sin importar el partido en turno.
Me hacen recordar al grupo Xcaret y su evento 32 grandes cocineras donde expresaron hacer “un homenaje al legado de sabores, tradiciones e identidad“ o “al patrimonio” y lo contradictorio que suena esto cuando se sabe que esta empresa tiene un largo historial de irregularidades e impactos ambientales en el caribe mexicano, sobre las que han escrito colegas como Ricardo Hernández en Pie de Página o el antropólogo Gilberto Avilez Tax quien acuñó el término “xcaret-ización”:
“En la Xcaret-ización de la Península, todo es vendible, todo es comprable, incluido mapas y geografías de la historia, casonas henequeneras y decimonónicas, gastronomías y, horror de horrores, hasta los cenotes. En la Xcaret-ización de la cultura maya, la historia de un pueblo se convierte en una puesta en escena de Broadway, o en una diversión inconsútil, un sueño lúdico pero sustentable”.
En su columna Para Claudia Sheinbaum: jefa del Estado mexicano. Mejts, la lingüista e investigadora mixe Yásnaya Elena Aguilar Gil escribe: “¿cuál podría ser el horizonte de lucha de las mujeres? Las conocidas palabras de Audre Lorde no pierden vigencia; si consideramos que el Estado es una herramienta del patriarcado, ¿servirá esta herramienta del amo para desmantelar la casa del patriarcado?
La respuesta late detrás de tu toma de posesión y lo que en adelante suceda. ¿Te lo estarás preguntando? Para muchas mujeres hay demasiada evidencia de que las herramientas del amo son inútiles para desmantelar la casa del amo”.
Mi deseo es tal vez demasiado utópico y me gustaría no solo que llegarán mujeres al poder, sino que quienes lo hacen, desmantelaran diferentes estructuras opresoras desde otras lógicas.
Se reconoce el trabajo de personas como la senadora tlaxcalteca Ana Lilia Rivera o de la abogada Julia Álvarez Icaza y muchas más en pro de los maíces nativos o la constitucionalidad de la reforma que reconoce a las comunidades y pueblos indígenas y afromexicanas como sujetos de derecho, con personalidad jurídica y patrimonio propio, pero es importante repensar urgentemente lo extractivista que sigue siendo la política mexicana y su actuar por parte no solo de los hombres sino de las mujeres que son parte de su estructura.
Para ir cerrando, María de Jesús Patricio, Marichuy, la primera mujer indígena que intentó alcanzar el Palacio Nacional y no consiguió los votos necesarios para formalizar su candidatura, dijo en una entrevista a Alejandro Santos Cid en El País: “Tuvimos esa experiencia y nos hizo reflexionar en que tenemos que construir algo diferente, que no solamente tiene que ser como tienen ahorita tomado el poder, sino que tiene que irse construyendo desde abajo. Nos quedó la importancia de ir pensando de manera colectiva y participativa”.
Finalmente, cito a Claudia Korol en la obra antes mencionada, “si bien la lucha socialista se ha propuesto crear nuevos valores, coherentes con una ideología basada en la solidaridad, perduran en muchas experiencias una cultura verticalista, autoritaria, caudillesca, hegemonista, individualista, que reproduce modos de vinculación propias del capitalismo colonizado y patriarcal”.
¿Nos toca cuestionarlo todo, revirar acciones y maneras de ser y estar? Personalmente cada día me convenzo más de que sí en varios ámbitos, incluyendo el alimentario.