Pequeña antología pocha

En la lista de visitantes ilustres a esta ciudad, y de las crónicas y testimonios escritos que han dejado, debemos de comenzar ya a incluir a los mexicoamericanos.

Lo digo porque recientemente he terminado de leer el libro de Alfredo Corchado, Medianoche en México (Debate). El tema de Corchado, nacido en Durango, emigrado a los Estados Unidos y corresponsal del periódico Dallas Morning News, no es la ciudad de México (el tema de Corchado es, en realidad el descenso del país entero a las tinieblas de la medianoche: narcotráfico, corrupción, clasismo indomable, el rincón oscuro de las promesas siempre rotas) pero las páginas que dedica a la ciudad de México son fabulosas. Ahorita regreso con esto.

Antes quiero hablar del testimonio de Richard Rodriguez. Se trata de uno de los ensayistas gringos más famosos en los Estados Unidos. Sus padres llegaron al otro lado de mojados, pero él tuvo la oportunidad de estudiar un doctorado en literatura en Berkeley. Su tema es el mestizaje en los Estados Unidos. Su visión del DF: vivimos en la ciudad mestiza por excelencia y, por eso, la más moderna del mundo. Una cita de su imprescindible libro Days of Obligation: “La ciudad de México es la capital de la modernidad porque en el siglo XVI bajo la tutela de [la malinche] México inició la tarea del siglo XXI, la renovación del viejo mundo por medio del mestizaje”.

El segundo libro que me viene a la cabeza es la extraordinaria crónica de Daniel Hernandez sobre la ciudad de México, El Bajón y el Delirio (Oceano, 2012). Hernandez, un joven de San Diego, egresado de Berkeley, decide venir a vivir a la ciudad en un viaje de exploración doble: de su identidad nacional y generacional. Tiene 27 años, la edad promedio de los habitantes del DF. ¿Cómo viven? Entre drogas, fiestas y temazcales; como emos, como hipsters, como clientes y vendedores del mercado El Chopo. Esta es la ciudad sobre un Lago de Fuego. El cronista se quema pero sale de la aventura convertido en un chilango.

Finalmente, Corchado. El corresponsal del Dallas Morning News, el hijo de una sirvienta y un bracero, llega al DF a vivir a una mansión colonial en Coyoacán; luego se muda a un apartamentazo en la Condesa.  Esta es la ciudad de su novia, Anagela, una estadunidense blanca que creció en el DF luego de que su madre llegó de los Estados Unidos. De todas las promesas que el país ofrece, la ciudad de México, aunque corrupta y llena de tráfico, es la más real, concreta, lluviosa y llena de música. Su ciudad.

Cuando pienso en estos tres ejemplos, pienso en lo difícil, pero padrísimo, que debe ser trasplantarse a otro lugar, aprender y regresar.

(GUILLERMO OSORNO)