Perras; por @apsantiago

Desde mi cocina, el paisaje de cada amanecer es así: block de concreto, alambre recocido, yeso, tabicón, cemento, piedra, clavos, grava, arena, varilla. Me preparo el café y oigo la música de las taladradoras, los motores de las grúas alzando pilares monumentales, el camión revolvedor de concreto.

Mi pequeño edificio tenía de vecino un terreno virgen en el que brotaban jugosos chilacayotes entre follaje silvestre y donde se alzaba un árbol robusto, justo frente a mi ventana. Pero un día de hace dos años llegaron arquitectos, pegaron gritos y un valiente con una sierra eléctrica derribó al viejo árbol pese a que le rogué piedad desde mi departamento. El bosquecito desapareció.

La construcción de un edificio de 6 pisos en la colonia Del Valle arrancó y pronto el ruido y el panorama gris de la construcción fueron, en comparación a las voces humanas, delicados como margaritas. El insulto porno entre los peones me inquietaba, pues el cuarto de mi hija da hacia allá y no me convence que tan chiquita se instruya en esas florituras lingüísticas. Fuera de eso, sin quejas: asumía las expresiones como pintorescas y hasta imaginé gracioso vivir en el barrio de Pepe El Toro (aunque ahí dominaba el albur de filigrana).

De un mes para acá, sin embargo, el impulso sexual de los muchachos de la obra se nos viene incrementando: será que el edificio ganó pisos y les resulta fácil lanzar desde arriba chiflidos a las mujeres que caminan en la calle, muy lejos para defenderse. Sí, ellos sólo emitían chiflidos, el típico “fiuuu fiuuu”, acaso salpicado por un “mamiii” o un graznido caliente. Nada más.

Pero el martes hervía una pasta cuando un fiuuu fiuuu se volvió dos fiu fius, dos se volvieron seis, seis se volvieron nueve. Los silbidos eran sinfonía. Entonces, a uno muy macho e ingenioso se le ocurrió gritar “¡perras!”, uno más le siguió el chiste con otro “peeerrrras” y, en segundos, no menos de 10 tipos envalentonados gritaban “¡perras, perras, perras!”. El coro acabó a carcajadas.

¿Por qué se les hizo chistoso? 1) los regocijaba humillar a las mujeres y verles su cara de ira impotente, 2) las agredidas no eran sus hijas ni sus madres ni sus hermanas ni sus novias o esposas, 3) si sobajas a una mujer eres inocente: mañana grítales “perras” a otras tantas y no te pasará nada.

La ofensa verbal sin castigo es la puertita de acceso al reino del espanto. A la guarrada le siguen el manoseo callejero, los golpes en casa, la violación y la trata hasta llegar a la cima del crimen y la cobardía, el feminicidio. De 2011 a 2014 fueron asesinadas 2 mil 505 mexicanas por una razón: ser mujeres. Y claro, mientras el hombre delinque de todos esos modos, la autoridad voltea a otro lado.

Sigamos manoseándolas, golpeándolas, violándolas, matándolas o gritándoles “perras”: nos arrepentiremos el día que le pase algo a una mujer que amamos.

(ANÍBAL SANTIAGO)