Hace una semana, el Congreso Nacional Indígena (CNI) celebró su vigésimo aniversario del 9 al 14 de octubre. Al concluir sus trabajos lanzó un comunicado titulado “Que retiemble en sus centros la tierra”. Su nombre evocó el destino de dicha comunicación. Durante esta semana ha sido materia de análisis de medios, partidos y la sociedad en general.
El motivo de esta polémica se debe a que, al finalizar dicho comunicado, postulan la idea de abrir una consulta con sus pueblos, regiones y bases para decidir si abrirán una senda en la política electoral, esto a través de registrar una candidata independiente indígena para la presidencia del país. La propuesta no es menor, por muchos motivos, pero destaca que dentro de las filas del CNI se encuentran simpatizantes y comunidades que forman parte del Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
Las reacciones surgieron desde el primer momento. Entre sus adherentes y redes de apoyo existen discusiones abiertas sobre la pertinencia de este aparente golpe de timón. Hay quienes sostienen que será una nueva versión de “la otra campaña” y que, en realidad, no habrá como tal una candidata que busque el registro, sino un programa que se empujará por el país entero; existe un sector crítico que se rehúsa a la idea de participar de las instituciones electorales que por años han sido señaladas como simulaciones por el zapatismo, y claro, también hay quienes consideran que quizá sea una buena coyuntura para presentar una candidatura, que este es el momento para construir otro tipo de opción de incidencia.
También se desprendieron señalamientos que nos dejaron conocer las fobias y filias que periodistas, dirigentes de partidos políticos, intelectuales y académicos sienten al respecto de la posibilidad de una candidatura independiente que lleve las propuestas del Congreso Nacional Indígena a la contienda electoral.
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Sí, este anuncio causó un gran revuelo. Estoy seguro de que vendrán grandes debates al respecto. Sin embargo, al pasar los días caí en cuenta de que el comunicado, vuelto a leer, podría decirnos algo muy oscuro de nuestra sociedad. Algo que me trastocó profundamente.
Por más de 20 párrafos el CNI señala los tratos inhumanos, vejaciones, violaciones a sus derechos, despojos, acosos, problemas ambientales y culturales, entre otras calamidades que los pueblos indígenas y el sector campesino del país viven día con día, en todas y cada una de las latitudes. Señalan de manera abierta y clara los culpables de dichas atrocidades. Enumeran las acciones de resistencia pacífica y solidaridad, los recursos legales, denuncias y demás actividades que han iniciado para hacer frente a la ofensiva. Pero nada pasa, los abusos continúan.
Pareciera que en este país es noticia que alguien quiere ser votado, pero no que alguien lucha por sus derechos, que alguien quiere cuidar a los suyos, que alguien busca vivir sin violencia o hambre. Pareciera que a veces causan más revuelo los votos que la vida.
Las reacciones sobre el comunicado me hacen pensar que hemos normalizado la violencia hacia las comunidades indígenas y rurales. Que no entendemos al campo sin la explotación. Que creemos que las mineras, que actualmente ocupan una quinta parte de nuestro territorio, pueden acabar con los derechos de millones de personas impunemente.
Darme cuenta de esto refuerza mi interés por seguir hablando en este espacio sobre el desarrollo. Pues las ideas no deben de cesar, para construir “otro” desarrollo en “un mundo donde quepan muchos mundos”.