“Hay pueblos que saben a desdicha. Se les conoce con sorber un poco de aire viejo y entumido, pobre y flaco como todo lo viejo. Éste es uno de esos pueblos”.
Pedro Páramo, Juan Rulfo
Podría apostar a que ningún presidente ha omitido hablar de la pobreza en sus discursos de campaña. Desde el momento en que nacemos, sin importar condiciones, azar o latitud, tendremos contacto con personas que viven en situación de pobreza en nuestras primeras horas. Sin miedo a equivocarme afirmo que, junto al tópico de seguridad, la pobreza es una de esas problemáticas que todo mexicano reconoce como prioridad para el país en cada encuesta.
Nadie puede conglomerar sectores sociales como la pobreza. Logra unir a dispares, enemigos, contemporáneos, celebridades, anónimos y distantes. Los movimientos sociales, la iglesia, empresariado, los medios de comunicación, universidades, sindicatos, vaya, todo el mundo encuentra en la pobreza un enemigo en común.
El consenso es amplio: la pobreza debe ser abatida. Sin embargo, la realidad es que hemos fallado 53.3 millones de veces en lograrlo en este país.
¿No hemos dedicado suficientes recursos? ¿No tenemos un estudio claro? ¿Es un problema que no puede erradicarse? ¿Tendremos que cruzar los brazos y vivir en la indolencia frente al sufrimiento? Es cierto, estamos frente a una problemática muy compleja, multifactorial, histórica y que trasciende fronteras, pero también es cierto que México no ha hecho bien su tarea en acabar con la pobreza y desigualdad.
Una hipótesis para explicar dicha deuda es la captura de las instituciones para una élite, la cual, no logra detener y acabar con la pobreza porque esta causa no es una prioridad en su agenda.
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El máximo interés de esta élite política es que los más ricos de este país se hagan más ricos. Y, por otro lado, a la pobreza se le contempla como “un mal necesario”, lo cual explica que se trate con desdén. A sus ojos, pueden esperar los 11 millones de personas que, en nuestro país, hoy no saben si comerán o no.
A veces pareciera que no entendemos la urgencia. A veces se nos hace fácil olvidar. A veces la pobreza sólo es comprendida por quien prueba su polvo, quien sufre las entrañas vacías, sólo quien conoce los métodos para saltar comidas, sólo para quien no ve claro el futuro.
Por este motivo es loable el esfuerzo de investigación, documentación y divulgación de historias sobre la pobreza narrado en “Los 12 mexicanos más pobres: el lado B de la lista de millonarios”. Este gran esfuerzo, coordinado por Oxfam México, reúne 12 relatos conmovedores de las vidas, hábitos, problemas, ilusiones, pasados, enfermedades y futuro de una docena de seres humanos que hoy sufren hambre.
La estrategia para escribir dicha publicación fue localizar los 10 municipios más pobres de México, asistir a dichas poblaciones y comenzar a hablar con alguno de sus habitantes. Por su relevancia demográfica, también se incluyó a las zonas con mayor marginación de la Ciudad de México y Los Ángeles. De esa manera se hilan relatos de miseria y abandono, en las carreteras de California, en las montañas de Puebla, los calores de la Península Maya o los pantanos de Tabasco.
Como podemos notar, los relatos fueron una construcción aleatoria. Sin embargo, no debemos olvidar que cada persona que es perfilada en dicho libro tiene casi a un millón de pares por todo el país, 11 millones de personas que no tienen acceso a la canasta básica.
Espero que este libro se convierta en una lectura obligada para pensar en el futuro con dignidad. También espero que la publicación cumpla su objetivo, como lo define Témoris Grecko, narrador de uno de los capítulos “Con estas historias no buscamos generar lástima, perseguimos justicia y demostrar que la pobreza no es una suerte de destino inevitable o karmático.”