Los periodistas de este país somos una cosa muy rara. Muy singular. Figúrense ustedes que como ocurre pocas veces al año, los mexicanos tuvimos esta semana una gran noticia. Una de esas sin mácula: Elena Poniatowska ganó el Premio Cervantes de literatura. Es la primera mexicana en obtener ese galardón. Es el quinto mexicano en ganarlo. Y la cuarta mujer premiada en la historia del “Nobel” de las letras en español, como también se le llama. ¿Y qué destacaron algunos de los principales diarios la mañana siguiente? El futbol y otras notas de lo más ordinario.
Revisen las portadas de ayer y vean el lugar que ocupó en las primeras planas la gran noticia del Cervantes a Poniatowska. ¿Qué se necesitará para que los editores de tapa de un diario de la capital consideren a la concesión de un premio como el Cervantes un hecho más destacable que el, totalmente previsible, triunfo de la selección mexicana en el repechaje?
Foto: Mario Campos, vía Twitter (@mariocampos)
Lo más paradójico de todo es que Poniatowska le dedicó el premio a sus colegas, a los periodistas. En contrapartida, la cobertura periodística del anuncio fue como si hubiera sido una cosa de lo más normal, o sea, poco noticiosa. Aunque fuera por la novedad, el tema merecía mayor despliegue.
Y aquí no vale ni siquiera el argumento de que “eso de la cultura no le importa a la gente”. Porque es difícil de imaginar en México a una autora más cercana a la población, a una cronista de más estatura, a una referencia en nuestras letras más mexicana y más chilanga que Poniatowska.
En un país donde la librería Gandhi ha hecho del “no leer” un exitoso eje publicitario, Poniatowska es de esas que pueden presumir reediciones permanentes de algunos de sus libros más conocidos.
Hace unas semanas en un coloquio de periodismo se hablaba de cancelar la carrera de periodismo (por poco útil, se entiende). Ante ello, un joven se levantó de su asiento y preguntó que si eso pasaba, entonces cómo se iban a formar los nuevos periodistas. Mi respuesta sería que a cualquier aspirante mexicano a reportero, yo le daría cuatro títulos: A ustedes les consta, la antología de la crónica de Carlos Monsiváis, Fuego Cruzado, de Marcela Turati, y de Poniatowska por supuesto La noche de Tlatelolco y sus libros de entrevistas llamados Todo México.
Adán Ramírez, crítico literario y gente de libros, me decía ayer que quizá hemos perdido de vista la importancia de Elena Poniatowska porque nos hemos acostumbrado, demasiado, a tener entre nosotros a Elena Poniatowska. Puede ser. El Cervantes nos brinda una oportunidad de apreciar de nuevo a la autora de Tinísima o Leonora. Y como cada quien tiene “su” Elena Poniatowska, yo me quedo con la autora de Hasta no verte Jesús mío, la historia de Jesusa Palancares.
El martes fue un estupendo día para México. En España se reconoció a una de nuestras grandes escritoras. Pensándolo bien, qué importa si demasiados diarios de nuestra ciudad no se dieron cuenta de ello, los lectores de Elena Poniatowska no necesitaban de periódicos para disfrutar esa inigualable emoción que se siente cuando un mexicano triunfa de verdad.
(SALVADOR CAMARENA / @salcamarena)