El tipo de cambio de la corrupción en México es de a 100 Moreiras por Chapo. Y habría que añadir que el que se deprecia es todo el país. Por cada delincuente que lleva en la frente la etiqueta presidencial del “Misión cumplida”, hay cientos de misiones sin cumplir. Un ejército de Moreiras, funcionarios depredadores del presupuesto, lavadores de dinero, destructores de pruebas, manipuladores de la información y fabricantes incansables de prestanombres, al amparo de un sistema que no castiga la corrupción sino que la estimula con un régimen de absoluta impunidad.
Por cada Chapo encerrado hay una piara de “servidores públicos” quienes, libres de los reflectores y las filtraciones de las que sí “gozan” el Chapo y la Reina del Sur, se valen de su gris medianía y de su bajísimo perfil para servirse con la cuchara grande, disponiendo del dinero destinado a proyectos sociales para beneficio personal, rematando los cerros y ríos y playas y manglares de la nación para que inversionistas locales y extranjeros no sólo se apropien de zonas comunes, sino también para que las destruyan a su antojo.
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¿Cuántos legisladores en este país están haciendo la misma chamba que hacía la panista Lucero Sánchez, cabildeando a favor del Cártel de Sinaloa? ¿Cuántos a favor de otros cárteles, y de televisoras y trasnacionales, poniendo a las leyes de este país a trabajar exclusivamente en función de intereses privados? ¿Cuántos gobernadores están desviando dinero para sus futuras campañas o destinando recursos ilimitados a la promoción de su imagen pública? ¿Cuántos funcionarios encargados de proteger el patrimonio nacional se han convertido en CEOs de empresas gubernamentales de venta de recursos naturales? ¿Cuántos funcionarios, incluso de paraestatales en desgracia, no se enriquecen de la noche a la mañana a pesar de que hay recortes y despidos en sus dependencias? ¿Cuántos de ell@s serán investigados, juzgados y castigados?
Quizás sería más fácil responder a la pregunta de ¿cuántos son los que no lo hacen? Sería una cifra pequeña y manejable. La otra es una cifra que rebasa toda proporción, pero que se refleja cotidianamente en el desempeño de las autoridades y funcionarios públicos, en las políticas que protegen y benefician a los empresarios y no a los trabajadores, en el abandono presupuestal de la cultura y en la manera en que políticos e inversionistas con sus capitales depredadores han ido talando y secando y contaminando el territorio nacional. A veces me pregunto qué clase de delincuente ha jodido más a este país.
El que el ex gobernador de Coahuila esté libre es un pequeño paso para Humberto Moreira, pero es un gran saltillo para la corrupción.