Con la discusión sobre el Corredor Cultural Chapultepec acaparando los espacios de opinión pública, es fácil pasar por alto el nacimiento o la semilla de otros corredores culturales —estos sí iniciativas ciudadanas—, surgidos no con puro ánimo gentrificador sino con el genuino deseo de incorporar nuevas zonas y nuevas comunidades a la discusión y la creación cultural de la Ciudad de México. Un ejemplo claro es la inminente inauguración del FotoMuseo Cuatro Caminos, de la Fundación Pedro Meyer.
Situado a unas cuadras del Metro Cuatro Caminos, en lo que fuera una fábrica de plásticos, este museo fue posible gracias a la terquedad (fundamentalmente de Pedro Meyer y de Guadalupe Lara, la directora) y al concurso de varias personas talentosas: con un proyecto arquitectónico de Mauricio Rocha y un diseño de identidad gráfica de Alejandro Magallanes, el FotoMuseo abre sus puertas este 8 de septiembre con dos exposiciones que revisan el quehacer fotográfico en nuestro país en los últimos tres lustros. La curaduría corre a cargo de dos renombrados fotógrafos (con propuestas estéticas muy distintas entre sí, lo cual contribuye a la diversidad plasmada en las muestras): Francisco Mata Rosas y Gerardo Montiel Klint.
Un poco en el estilo de los Faros (Fábrica de Artes y Oficios), el FotoMuseo pretende integrarse a la colonia en la que está inserto, sin presentar la cultura como un artefacto de vitrina que no puede ni debe tocarse.
Me permito un vaticinio: los proyectos culturales de importancia en los próximos años en la Ciudad de México surgirán todos fuera del circuito Roma-Condesa-Chapultepec. Cualquier centro cultural o espacio de discusión que surja en ese eje fatídico de la gentrificación sólo puede aspirar a forrarse en billetes vendiendo arte sin gluten (lo cual es legítimo, desde luego, pero no contribuye a la renovación de las ideas estéticas, y si no estamos aquí para eso no sé para qué carajos estamos).
El FotoMuseo Cuatro Caminos es un ejemplo paradigmático de un nuevo modo de entender y practicar la cultura: será un museo sin acervo, pero con arrojo; enfocado en la producción y la circulación de imágenes, más que a la fotografía en un sentido restrictivo. Una de sus exposiciones inaugurales, El estado de las cosas —dedicada a los acercamientos fotográficos a la violencia en México—,es un claro ejemplo de que ciertos temas se tocan mejor desde el margen, en las orillas de la ciudad, y no dentro de la burbuja sostenida por intereses comerciales.
Por supuesto, habrá que criticar el FotoMuseo, y con vigor. Pero la ventaja de un proyecto de esta naturaleza es que la crítica sucede en un espacio horizontal y en un medio permeable, sin elevar peticiones al funcionario en turno y sin toparse con la sorda voracidad de los mercachifles por toda interlocución.
Y sobre todo habrá que poner atención a las nuevas iniciativas culturales que se fragüen desde las esquinas de la urbe. El corredor cultural Roma-Condesa ha muerto. ¡Viva Cuatro Caminos! Y viva Coapa, de paso.