La Agencia Central de Inteligencia (CIA en inglés) de los Estados Unidos está bajo fuego. Esta semana el senado de ese país emitió una evaluación sobre los métodos para interrogar a sus detenidos en los tiempos después de los ataques del 11 de septiembre del 2001.
El reporte es espeluznante: los agentes empleaban practicas como el ‘waterbording’, que implica llevar a un sujeto al borde de ahogarse una y otra vez, violencia física extrema, aislamiento y penetración rectal con múltiples objetos.
Es decir, los ahogaban y violaban entre golpes y condiciones miserables de vida.
Y tal vez lo mas dramático de todo esto es que el resultado de estas brutales acciones no parecen haber rendido frutos.
Según el informe del senado, John Brennan, el entonces director de la CIA, exageraba sus resultados y eficacia para demostrar que ser monstruosos era rentable y útil. Incluso llegó tan lejos como a decir que con esto salvó vidas y que no se arrepentía de nada.
Como guión de película gringa, la CIA sostiene que todo lo que hizo lo hizo por la nación, la libertad y para preservar su forma de vida.
Todo en nombre de Estados Unidos.
El dilema final tiene que ver con un debate centenario en el mundo, no sólo en Estados Unidos, y que pega duro y directo a la sociedad mexicana: ¿cedemos a ser barbáricos para defender la civilización? ¿es justificable, funcional o inclusive simplemente posible?
Porque la percepción básica es que al ser tan bárbaros como los bárbaros, tan violentos como los violentos, tan omisos como los más omisos o tan radicales como los radicales, lejos de dar pasos evolutivos hacia una sociedad mejor, sólo abonamos al pensamiento que justifica aniquilar al de enfrente, avasallarlo o silenciarlo.
Y no es aplastando a los demás como lograremos reconciliación, justicia o verdad.
No es torturando a los torturadores como sana una sociedad.
No es humillando a los diputados, orinando en los regidores o sodomizando a los talibanes como se alcanza la justicia, ni la verdad. Así sólo se alcanza la venganza.
Es siendo más civiles, más humanos, más ciudadanos que se puede aspirar a un estado diferente de las cosas.
¿Qué esto implica procesos dolorosos y de resistencia? Sin duda.
¿Qué Gandhi padeció lo indecible hasta lograr los cambios en su país? incuestionable.
Pero hoy la CIA –y en particular el Senado estadounidense- nos están abriendo los ojos a una honda discrepancia humana, de la cual debemos crecer. Debe ser un espejo en nuestras manos.
Para muestra un botón: Jonh McCain es uno de los pocos senadores republicanos que ha respaldado el informe. Curiosamente, McCain fue víctima de tortura cuando fue capturado por soldados vietnamitas.
Y es que toma una víctima para entender y colocarse del lado de las víctimas, sean quienes sean, hayan cometido los crímenes que hayan cometido. Deben tener sus derechos a salvo, para ser juzgados, pero no torturados.
Los normalistas merecían que se les respetaran sus derechos, sus vidas. Todos los otros políticos, ciudadanos, asesinos, funcionarios, empresarios, niños merecen, tener sus derechos a salvo.
No será vejando a otros, asesinando a otros, que llegaremos a la reconciliación y a la justicia que nuestra nación desea, aspira y necesita.
Con indignación, pero en civilización, México debe cambiar.