La especulación empezó por culpa de Carlos Navarrete, el presidente del PRD, quien hace unos días “destapó” al jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera, como posible candidato presidencial del PRD para 2018. La versión, que fue negada por Mancera – por ahora, como suelen hacer los políticos- no es tan descabellada. El PRD es un partido sin figuras y ya sin AMLO ni Marcelo entre sus filas no tiene mucha tela de dónde cortar.
Por supuesto, queda la opción de ir con un candidato externo, si es que consiguen a alguien de peso que se anime, y yo no descarto que terminen compartiendo candidato con Acción Nacional, sobre todo si ambos partidos terminan cediendo a las aspiraciones del poblano Moreno Valle.
En todo caso, dicen que político que respira, aspira, y en el corazón del jefe de Gobierno y de algunos de sus colaboradores debe existir la ilusión de competir por la Presidencia de la República en tres años.
El problema es que para que eso ocurra tendría primero que resolver dos grandes problemas: el primero, de estricta gestión. La ciudad no va bien. La inseguridad cotidiana sigue siendo tema, la Línea del 12 sigue sin funcionar, su administración es tan opaca o más como en el gobierno pasado y está claro que la evaluación al actual gobierno no permite muchas esperanzas.
Pero tiene otro problema que quizá sea mayor todavía: la falta de ideas. O para ser precisos, la falta de LA idea, aquella que sea el sello de la administración. Mancera no sale bien evaluado, entre otras cosas, porque no tiene una historia que ofrecer a los chilangos. López Obrador nos vendió una ciudad más justa para todos; Ebrard una capital cosmopolita que tenía destellos de primer mundo, con respeto a la diversidad y con una intensa vida pública.
Con Mancera no hay nada. En el mejor de los casos, sólo hay ideas aisladas: su cruzada por el salario mínimo (que sigue sin ver la luz) y un montón de propuestas aisladas como los parques de bolsillo, la ampliación del internet o nuevas estaciones del programa de bicicletas. Puede que existan políticas públicas, pero no hay un proyecto para la ciudad. Hay programas, pero no hay un sueño que les dé forma.
Y hoy, como siempre, para hacer política en serio se necesita tener una visión que se pueda compartir, que entusiasme, que convoque, que ilusione. Sin eso, no hay nada que hacer.
Faltan muchos días para el 2018, pero en el calendario político es realmente poco. Veremos si Mancera, el jefe de Gobierno o el candidato, es capaz de entender y corregir.
(MARIO CAMPOS)