Se llama María Patricia. Tiene 49 años y su vida entera ha sido dedicada al esfuerzo pues nació en una familia humilde que ha tenido que esforzarse para salir adelante. Desde niña trabaja. Por eso, apenas logró terminar la secundaria y la preparatoria abierta, entre otras cosas, gracias a que desde hace casi una década, está empleada como encargada de la limpieza e intendencia en unas oficinas. Ella, tiene el sueño de un día poder estudiar una carrera para convertirse en educadora.
Por su parte, su esposo tiene 55 años y es vigilante. Y como pareja, tienen tres hijos a los que cuidan y por cuya educación miran, pues creen firmemente que la escuela les ayudará a tener más de lo que ellos tuvieron. Es un escalón, dice.
Así, juntos y después de años de disciplina juntando todo lo poco que podían y les sobraba, María Patricia y su esposo ahorraron para el enganche de una casa pequeñita, de interés social, en el ayuntamiento de Zumpango, en el Estado de México, sin importar que se haga dos horas diarias al trabajo por que un techo propio, dice, es otro escalón.
Para comprar la casa, como muchos mexicanos, recurrió al INFONAVIT, de cualquier forma, ya se le descontaba a su patrón una cuota por ser una prestación de ley y “de’afuerzas” y más valía aprovechar ese dinero. Entonces aprendió a la mala, que el crédito que le dieron y le dijeron era fijo, se mide en realidad en VSM, que es un factor de “Veces el Salario Mínimo”, que se modifica cada año según la inflación, lo que causa que el crédito sea en realidad variable.
Peor aún, María Patricia en lugar de celebrar su primer aniversario como propietaria, está sufriendo a la burocracia en todo su esplendor. Sucede que de buenas a primeras, sin aviso previo, su cuota mensual se le incrementó un 20%, —como cualquiera puede imaginar— merma sus finanzas seriamente.
Entonces va a la oficina del INFONAVIT cerca de su casa y pide que le comuniquen la causa, pues le están descontando casi la mitad de su sueldo y ya no le alcanza su quincena. No sabemos, le responden, pero vaya a la oficina de Barranca del Muerto. Transportes, gastar lo que no tiene para arreglar un problema que no tenía, permisos de ausencia laboral, y no, aquí no podemos ayudarla, llame a InfonaTel. Ahí le levantan un reporte y llame en diez días porque no sabemos que pasó. ¡Uy!, seguimos sin saber, llame en otros diez. Así se han pasado meses y no le dan respuesta. Por lo anterior, ha estado pidiendo prestado por aquí y por allá para completar el gasto. Mejor vaya a la oficina de cobranza de su zona que está hasta Tecámac.
Horas de transporte y de espera. ¿Por qué no hizo su cita por internet?, le reclama la dependienta. Señorita, le responde María Patricia educadamente, no me alcanza para tener computadora y no sabría ni usarla. Mire, le regaña aquella casi con burla, el incremento se da por sistema en la computadora y no hay nada que pueda yo hacer para cambiarlo. Y en enero próximo, le volverá a subir y así será cada año, por lo que va a llegar el momento en que tenga usted que pagar mensualidades más altas de lo que gana. A María Patricia se le ata la garganta y apenas logra retener las lágrimas. No entiende nada. ¿Cómo es que esto pasa? ¿Por qué? ¿Cuál es la causa? No sabría decirle, le responde con desdén e indolencia. Pero yo que usted, mejor me haría a la idea de que ya perdió su casa. Le recomiendo dar de baja el crédito o de plano traspasarla.
Cuando se sube al metro para regresar a su hogar, escucha en la radio que trae un chavo en el vagón, que el director general del INFONAVIT, Alejandro Murat, declara que “no estamos en una etapa de sólo otorgar más créditos, se trata de garantizar el acceso a viviendas dignas para todas las familias mexicanas”. Y sin poderlo controlar, y ante la mirada perpleja de quienes la rodean, se suelta a llorar desconsolada.
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Hoy cumplo mi primer año como columnista en Más por Más. Muchas, muchísimas gracias.
(J. S. ZOLLIKER / @zolliker)