Detrás del brillo de una compra económica se esconde una realidad menos atractiva: montañas de ropa desechada, explotación laboral y una huella ecológica gigantesca
Texto por: Paty Soto
En un mundo donde las tendencias cambian más rápido que el clima, comprar se ha convertido en el pan de cada día para muchos consumidores. Marcas como Zara y H&M han transformado la percepción de disponibilidad, ofreciendo ropa más o menos asequible a ritmo acelerado. Pero la competencia se ha vuelto más voraz: la velocidad del “ultra fast fashion” de Shein y Temu ha ganado terreno literal y figuradamente. El problema es complejo, pero como amantes de la moda y habitantes del planeta, debemos enfrentar esta realidad incómoda.
Visualiza el desierto de Atacama, Chile. Un paisaje marciano de tierras rojizas y cielos vastos. Ahora, añade a esa imagen montañas de ropa que se extienden hasta donde alcanza la vista: jeans descoloridos, camisetas no vendidas, zapatos. Este escenario no es producto de la ficción, sino una realidad alarmante, donde el consumo y aceleramiento del fast y ultra fast fashion ha dejado su huella en forma de contaminación textil. El impacto visual de este cementerio de moda es un poderoso recordatorio del consumo desmedido.
Frente a esto, algunos países están tomando cartas en el asunto. Francia, conocida por sus aportes a la vestimenta, ahora lidera también en consecuencias claras para proteger tanto su industria textil como el medio ambiente. Su enfoque es tanto elegante como pragmático: iniciativas de ley recientes en las que se discute sancionar a empresas como Shein y Temu con costos añadidos de hasta diez euros en menos de diez años. La prohibición de publicidad de este tipo de productos. Continuar con las reglamentaciones anteriores que prohíben la destrucción de bienes no vendidos y fomentan la transparencia en los procesos de producción.
En América Latina, y específicamente en México, el desafío es adaptar estas acciones a un contexto local vulnerable económica y ecológicamente. Podemos considerar políticas de Responsabilidad Extendida del Productor, donde los fabricantes deben asumir la custodia de sus productos hasta el final de su vida útil. Iniciativas fiscales para empresas sostenibles y campañas educativas pueden modificar el consumo de millones. ¿Qué tal incentivar la moda re-hecha en casa, el llamado “upcycling” reinventando prendas? ¿Y fomentar el intercambio y compra de segunda mano? La región tiene un potencial enorme para liderar una revolución de moda sostenible que celebre nuestra rica herencia cultural con sustentabilidad.
Esta columna no va a ser un epitafio para la moda ultra rápida, pero sí un llamado a la acción. La moda, en su esencia, es una forma de expresión y libertad, pero no a costa de todos.
Al adoptar políticas innovadoras y cambiar nuestros hábitos de consumo, podemos disfrutar de de manera responsable. Con cada prenda elegida conscientemente, tejemos un futuro más prometedor, demostrando que el estilo y la sostenibilidad pueden ir de la mano.
Esta es nuestra oportunidad de vestir el cambio que queremos ver en el mundo.
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