Esta fue la semana de los taxis, ¡hasta importante me sentí! En cualquier caso -y en cualquier foro-, se habla más de taxis que de elecciones, ¡mi mero mole! Y yo, muy atenta a la discusión, claro, y usando todo tipo de vehículo (por puro afán investigativo).
Soy enemiga de las generalizaciones, y estas #crónicas son testimonio de que me he topado en mi pasajera vida con taxis libres impecables, relucientes, con choferes amables y shalalalala….Pero en esta la #semanapolémica, parece que han salido a rodar los peores ejemplares, o que he tenido la sospechosa fortuna de topármelos (¿o será que todos los #taxistas amables andaban protestando y bloqueando la circulación de la ciudad?).
Esta vez la mala suerte (o el poco equilibrio celestial, a saber…) ha marcado mis viajes ruleteros. Empezado el lunes con un bloqueo que gozosamente no padecí, pero que aproveché para usar #Ubergratis -experiencia que resultó más que buena-, el resto de la semana mis #uberchoferes han sido así: amables, limpios, puntuales y precisos, ¿y mis taxis libres? Ejemplo de mugre, tranza y mala conducción, ¡así no se puede oYgans!
Ahí van algunas de las desgracias que he soportado estos días:
- Banderazo patito. No señores, aunque me juren que son “de sitio”, si me los topo en una calle y los abordo luego de estirar mi bracito, NO tienen motivo para cobrarme banderazo (y tarifa) de sitio.
- Taxímetros escondidos. El típico truco de “le escondo el taxímetro para sorprenderla en el cobro”. Pasajero chilango: ¡no-se-distraiga! Regla de oro: antes de abordar revise el auto, una vez abordando, ¡busque el taxímetro!
- Violaciones al reglamento de tránsito. Todas y un poco más de las que me había imaginado que se podían cometer…y ni un poli nos detuvo, ¿eh?
Por cierto que también se enojó conmigo un #taxista al que le apliqué mi primera regla: estiré bracito, lo detuve, revisé limpieza…y le dije “no gracias”, ¡y que se enoja!, entonces “para qué me para”. Le expliqué que un auto puerco con asientos rotos no es el servicio que merezco, pero eso no limitó su furia, al contrario: “Vieja payasa”.
Merecemos autos limpios, merecemos seguridad en nuestros datos personales, merecemos un servicio eficiente. No importa cómo se llame; si es Uber, está bien, pero si no hay internet, ¿debo aguantar un taxi pirata? ¿Conformarme con el servicio que sea porque “ya nimodo”? ¿O esperar media hora un radiotaxi que me costará el triple?
Si algo debemos aprender del affaire #Ubersequeda es que, cuando pagamos por un servicio, debemos exigir calidad y seguridad. Un auto limpio y chofer atento no tiene que maravillarnos; la eficiencia no tendría que ser sorpresa, sino una norma…
Y queridos señores taxistas: sabemos que pagan (o deberían pagar) tarjetón y muchos otros servicios (o que deben dar cuota para conseguirlos), pero en serio ¿eso justifica la mugre, el maltrato y las sorpresas en los cobros?