Quisiera pensar que es innecesario justificar la importancia de la Comisión Nacional de Derechos Humanos.
En un país en el que la autoridad cree que los derechos son un lujo, donde la justicia no es expedita y frecuentemente ni siquiera es justicia, tener un organismo autónomo, sólido y abierto, capaz de defender el respeto de estos derechos, se explica por sí mismo.
Qué mayor “pretexto” para apostarle a una Comisión que ver cómo se acumulan evidencias de que la guerra contra el narcotráfico ha ido acompañada de violaciones recurrentes a los derechos humanos.
¿Quién nos defiende? Claro, la CNDH.
Probablemente por eso nadie se quejaba, hasta hace poco, de que la comisión costara unos mil 400 millones de pesos (hasta hacerla una de las más caras del mundo), cuando hace apenas 10 años costaba 800 millones. 10 mil quejas al año justifican ese presupuesto, según dicen.
El miércoles pasado, sin embargo, la CNDH nos ofreció un botón mas de muestra de que está lejos de cumplir su mandato.
Ese día venció el plazo para que presentara una acción de inconstitucionalidad para que la Suprema Corte revisara si la ley de telecomunicaciones, que recientemente aprobó el Congreso, viola o no nuestros derechos.
La CNDH no sólo no la presentó. Ni siquiera se tomó la molestia de explicarnos por qué.
Quizá no debía extrañarnos. No dijo nada ante leyes claramente violatorias de derechos, como las que se aprobaron en Puebla o Chiapas, donde se buscó restringir el derecho a manifestarse.
¿Por qué sería diferente?
Cuando se cuestiona el trabajo de la Comisión, la respuesta de sus funcionarios es dar datos sobre cuántas recomendaciones se han emitido.
Ese no es el problema. Es peor.
Hoy la CNDH no es un contrapeso, un aliado de las víctimas y menos aún ha contribuido a frenar violaciones sistemáticas y probadas, en temas que van desde el combate al crimen organizado hasta la libertad de expresión o de manifestación.
Por decirlo de alguna manera: no estamos mejor que antes. Y esa es la evaluación clave.
Ahí están los desaparecidos, las denuncias de tortura y las detenciones ilegales como prueba. ¿De qué sirve una recomendación si apenas días después se vuelve a violar un mismo derecho?
Un solo ejemplo: ¿Qué tal el caso de Veracruz, donde han sido asesinados 15 periodistas, y la CNDH nomás no aparece ni ha sido capaz de cambiar un estado de impunidad y restricciones a la libertad de expresión? Son esos los números que importan.
Lo mismo ocurre cuando hablamos del Ejército. ¿Qué papel ha jugado la Comisión en el debate sobre el papel de las fuerzas armadas en la guerra contra el narco?
¿O qué hace la CNDH para frenar una tentación, traducida en leyes, de los gobiernos estatales para limitar derechos?
Insisto: hoy la Comisión simplemente no está de nuestro lado y nuestros derechos no son “más respetados”, plenos.
Ya es hora de dar ahí un manotazo, de cambiar de fondo su consejo y su presidencia y de revisar sus facultades y alcances. Hoy, como nunca, necesitamos a este aliado.
SÍGUEME EN @dmorenochavez
(DANIEL MORENO / @dmorenochavez)