En estos tiempos, existe la posibilidad de cargar prácticamente todas las grabaciones de la historia en el celular. Lo difícil es decidir qué escuchar ante tantas opciones. Aquí un par de recomendaciones musicales para este otoño.
Tanta música por escuchar, tan poco tiempo para hacerlo. ¿Cómo llega la música nueva a nuestros oídos? ¿Sigue siendo la radio el medio más eficaz para difundir estrenos? ¿La gente aún oye la radio buscando novedades? ¿Hay espacio en la frecuencia modulada para algo que no sea prioridad de una de las grandes disqueras, éxitos probados o clásicos a prueba de todo? ¿La única alternativa es atenernos a lo que dicten los algoritmos de Apple Music y Spotify? ¿Hay medios impresos o digitales con cuyas recomendaciones nos sintamos identificados? No es una era fácil para el melómano. Es por eso que esta columna se siente con la suficiente confianza para recetar algunas recomendaciones musicales de reciente aparición. Ojalá sean de su agrado.
Benjamin Clementine – I Tell a Fly
El señor Clementine, de 28 años, fue descubierto por el ejecutivo de una disquera tocando y cantando en el Metro de París; así se ganaba la vida. Poco después, recibió el premio Mercury —de los pocos premios en el mundo de la música que aún conservan cierto prestigio— con el álbum debut que publicó en 2015, At Least For Now. El mismísimo Sir Paul McCartney le dedicó algunos elogios. David Byrne, en un artículo que escribió para el New York Times, aseguró que Clementine tenía una voz como ninguna que hubiera escuchado antes. Un medio especializado incluso declaró que por sus cualidades y talentos podría ser una suerte de bastardo de los talentosos Billie Holiday y Leonard Cohen.
Su segundo disco no ha sido fácil. Es una obra conceptual sobre dos moscas. Sí, leyeron bien, dos moscas enamoradas. Tiene una fuerte dosis de teatralidad, de arreglos barrocos y, por si fuera poco, Benjamin actúa —con voces diferentes— a los personajes. No está fácil entrarle. Las letras son opacas. Las melodías más hermosas se interrumpen abruptamente. Pasa del rock experimental al jazz, a la música clásica sin avisar, a veces en la misma canción. También ofrece canciones arrabaleras tipo Tom Waits, como el magnífico sencillo “God Save The Jungle”. Pero de que es más interesante que mucho de lo que se está haciendo, no me queda duda. Vale la pena darle una oportunidad.
King Krule – The OOZE
Otro inglés excéntrico, poseedor de una voz particular, pero con rasgos muy diferentes a los de Clementine. King Krule es un pelirrojo al que sus padres decidieron —desafortunadamente— ponerle Archy. Archy Marshall. Ha publicado música usando su nombre legal. También como Zoo Kid. Sin embargo, es con el alias de King Krule como ha gozado de mayor trascendencia. El nuevo disco de este cantautor y productor, The OOZE es una obra maestra de música para las madrugadas. Una síntesis viscosa de hip hop, trip hop, rock de baja fidelidad, dub y jazz que parece haber sido condimentada con el ambiente de esos multifamiliares londinenses, donde gente de una amplia diversidad étnica convive irremediablemente. Su debut, 6 Foot Beneath The Moon, publicado hace cuatro años, cuando apenas tenía 19, es una maravilla en la que ya se vislumbraba lo que alcanzaría en este: un discurso musical sólido, bien articulado, maduro. Es, sin duda, de lo mejor que se van a encontrar en este 2017, siempre y cuando quieran apuntar al futuro y no quedarse atrapados en la nostalgia, siempre y cuando crean que hay vida más allá de “Despacito”.