A partir del asunto de los cuatro amparados, se ha vuelto a abrir el debate sobre la mariguana. Todos los medios de comunicación le han dedicado un espacio desde diferentes puntos de vista, y eso ha permitido vislumbrar el grado de ignorancia que hay al respecto, no sólo sobre los efectos del cannabis sino de otras muchas cosas. Se dice, por ejemplo, que la mariguana causa adicción sicológica y que éste es el motivo principal por el que no habría de legalizarse. Sin embargo, hay muchas sustancias que crean adicción —no sólo sicológica sino física— que se venden sin receta médica, como el pan blanco, las papitas, los refrescos, entre muchas otras. Desde hace más de 20 años, se ha relacionado al tabaco con el cáncer y eso no ha impedido que se siga comercializando, ni siquiera que aún se venda en muchas farmacias, cosa que me parece del todo reprochable. Sorprende que las personas le teman tanto a las adicciones ajenas y no a las propias.
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Otra de las ideas sorprendentes respecto a la mariguana es que vuelve agresiva a la gente. No hay nada más alejado de la realidad. El cannabis puede dibujar sonrisas idiotas en sus consumidores, ponerlos a enfocar durante horas la corteza de un árbol o a disertar sobre la complexión de una araña, pero no vuelve agresiva a la gente, todo lo contrario que el alcohol, vendido libremente a mayores de edad. Otra de las suposiciones improbables es que el consumo de esta droga vaya a aumentar si se legaliza. En Holanda no lo hizo y, al parecer, tampoco en las regiones de Estados Unidos donde se permite su uso recreativo.
La mariguana es riesgosa para cierto tipo de personalidades, pero también tiene virtudes medicinales, analgésicas y calmantes que ni el alcohol, el tabaco, las harinas blancas, el azúcar y las papas fritas poseen. Por eso se está utilizando en los hospitales de Estados Unidos, donde se permite su consumo con fines médicos. Cuando se habla de regularizar la mariguana, no se habla de venderla, como aquellas otras sustancias adictivas, en la tienda de la esquina. Regularizarla significa saber quién la cultiva y cómo, quién la vende y a qué precio, quién la compra y para qué. Regularizarla significa también cobrar impuestos por su venta, pero sobre todo proteger a las personas que por fragilidad, ya sea por edad o porque sufren algún impedimento sicológico, no se beneficiarían consumiéndola. Regularizar la mariguana sería, en definitiva, un paso hacia la responsabilidad.